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martes, 13 de abril de 2021

HANS JONAS (1903-1993)

 


HANS JONAS (1903-1993)




 

  

 

La obra de Hans Jonas es, hoy por hoy, uno de los referentes con mayor influencia en el ámbito de las éticas aplicadas y su libro El principio de responsabilidad: Ensayo de una ética para la civilización tecnológica (ed. original, 1973, trad. cast. Ed, Herder, Barcelona, 1975) constituye un referente inexcusable en el campo de las éticas deontológicas, con repercusión en bioética, tecnoética y ética ecológica.

Jonas era un judío religioso, alemán y exiliado en primero en Inglaterra y luego en Israel, Canadá, y Estados Unidos. Había sido discípulo de Husserl y de Heidegger  en Freiburg y de Bultmann en Malburg. Se dedicó al estudio de la filosofía gnóstica y su tesis doctoral sobre San Agustín y el problema paulino de la libertad influyó mucho en Hanna Arendt.  Ese cúmulo de circunstancias conviene no olvidarlo cuando se plantea cualquier acercamiento a su obra. Su referente es la crisis de la modernidad. Jonas ni quiso ser moderno ni vio en el pensamiento cuyo origen está en las Luces, otra cosa que un totalitarismo tecnológico.

Su reflexión sobre la responsabilidad no puede entenderse sin la experiencia de la Shoah: su madre murió en Auschwitz y él fue voluntario en la Brigada Judía del ejército británico en la II G.M. Para comprender a Jonas no debiera pasarse por alto su conferencia "El concepto de Dios después de Auschwitz", brutalmente desesperada, que ha sido tal vez la principal reflexión teológica judía sobre el fenómeno hitleriano. Jonas considera que el nazismo es la expresión de un mundo en que Dios ha renunciado al poder para que el hombre pueda existir. Por eso tampoco en la técnica habrá nada bueno en sí mismo. El punto de partida es la existencia del mal.

La ética de Jonas arranca de un hecho: el hombre es el único ser conocido que tiene responsabilidad. Sólo los humanos pueden escoger consciente y deliberadamente entre alternativas de acción y esa elección tiene consecuencias. La responsabilidad emana de la libertad. O, en sus propias palabras: la responsabilidad es la carga de la libertad. La responsabilidad es un deber, una exigencia moral que recorre todo el pensamiento occidental, pero que hoy se ha vuelto más acuciante todavía, porque -en las condiciones de la sociedad tecnológica- ha de estar a la altura del poder que tiene el hombre.

En la ética de Jonas hay un elemento deontológico -finalmente, plantea un imperativo-, pero no conviene olvidar que se parte de un argumento prudencial, prácticamente aristotélico. Su imperativo es provocado por las nuevas condiciones de vida provocadas por la amenaza tecnológica. Para Jonas, la responsabilidad moral arranca de una constatación fáctica (la vulnerabilidad de la naturaleza en la era de la técnica) cuanto de un a priori kantiano de respeto a (todas las formas de) la vida.

La ciencia y la técnica han modificado profundamente las relaciones entre hombre y mundo. Para los antiguos, la potencia humana era limitada y el mundo, en cambio, era infinito. Jonas propone el ejemplo de la ciudad griega, que era un enclave civilizado rodeada un entorno amenazador, de bosques y selvas. Pero hoy la situación se ha invertido y la naturaleza se conserva en parques naturales, rodeados de civilización y tecnología. Hoy la naturaleza es débil y está amenazada. El hombre tiene, pues, el deber moral de protegerla y ese deber aumenta en la medida que sabemos lo fácil que es destruir la vida. La ética hoy debe tener en cuenta las condiciones globales de la vida humana y de la misma supervivencia de la especie.  

La idea fundamental sobre la que se sustenta la ética jonasiana es la experiencia de la vulnerabilidad. Las generaciones actuales tienen la obligación moral de hacer posible la continuidad de la vida y la supervivencia de las generaciones futuras. Ese deber es explicitado como imperativo categórico.

En el cap. V de su texto, que lleva por título "Viejos y nuevos imperativos", considera que el imperativo ético contemporáneo debe ser:

 

·        Obra de tal manera que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica sobre la tierra.

 

Este imperativo puede expresarse también negativamente:

 

·        Obra de tal manera que los efectos de tu acción no sean destructivos para la futura posibilidad de esta vida.

 

O, más sencillamente, todavía:

 

·        No pongas en peligro las condiciones de la continuidad indefinida de la humanidad en la tierra.

 

También se puede formular positivamente como:

 

·        Incluye en tu elección presente, como objeto también de tu querer, la futura integridad del hombre.

 

Son, en definitiva, formulas diversas para un mismo imperativo de la responsabilidad (en el sentido incluso más etimológico: se trata de "responder" a la agregación de poder tecnológico).  

Hacer hoy el bien, significa hacerlo en las condiciones de la tecnología. El imperativo tecnológico significa, en consecuencia, partir de un criterio que ya no pude ser de "dominio", pero que aún no puede ser de "comunidad", puesto que la comunidad mundial es un espejismo. Por eso la responsabilidad tiene mucho de "cura" (la Sorge heideggeriana), que se acentúa cuando el hombre tiene la impresión de no dominar su dominio.

Jonas es un enemigo radical de las utopías (su "principio responsabilidad" es un largo debate con/contra el "principio esperanza" de Bloch). La utopía consideraba que en el mundo todo era posible y nada estaba escrito. Pero la experiencia de la bomba atómica, de la contaminación y de la Shoah demuestra que, moralmente, la utopía puede acabar siendo la justificación del asesinato en gran escala y de la destrucción del planeta. La utopía decía a los hombres "Tu puedes hacerlo; y, en cuanto puedes, debes". La responsabilidad exige, sin embargo el cálculo de riesgos y, en la duda, si algo puede fallar, es mejor no hacerlo.  

El deber o axioma básico de la responsabilidad comprende tres aspectos:

1.      La existencia de un mundo habitable, pues no cualquier mundo puede ser un espacio de "habitación" humana auténtica.

 

2.      La existencia de la humanidad, porque un mundo sin hombres para Jonas equivale a la nada: sin humanidad desaparece el ser.

3.      El "ser tal" de la humanidad: la humanidad auténtica no es cualquiera, sino una humanidad creadora. El ser del hombre crea valor y una humanidad no creadora no sería estrictamente humana.

 

A diferencia del imperativo categórico kantiano que se dirigía al comportamiento privado del individuo, el nuevo imperativo de la responsabilidad se dirige al comportamiento público y social. No se trata de buscar la concordancia del hombre consigo mismo, la coherencia personal del humano que quiere estar a la altura de su deber, como acontecía en Kant, sino que se pone el acento en la dimensión de futuro que, al revés de lo que acontece con la utopía, no se ve como promesa sino como amenaza.  

Si la ética de Jonas se pretende con valor universal, no es porque todo el mundo hace lo mismo (cosa que ya sabemos que no ocurre) sino porque, obrando así, defendemos la vida de todos.

El imperativo ético que propone Jonas (para escándalo de ilustrados) arranca del miedo o, por usar sus palabras, de la "heurística del temor". (Heuristik der Furcht) -respeto mezclado con miedo- Es el miedo a las consecuencias irreversibles del progreso (manipulación genética, destrucción del habitat), lo que nos obliga a actuar imperativamente. El motor que nos impulsa a obrar es la amenaza que pende sobre la vida futura.

En la civilización actual es mucho más fácil saber qué es el mal que indagar sobre el bien: Un mal absoluto, como la desaparición de la especie, debe obligarnos absolutamente. Si nos damos cuenta de los efectos a largo término de nuestros actos y somos capaces de experimentar el sentimiento de pérdida posible, necesariamente debemos sentirnos impelidos a obrar. No hay técnica "buena" y técnica "mala". Como dice en su conferencia "Por qué la técnica moderna es objeto de la ciencia" (1982): La bendición de la ciencia, puede convertirse en maldición: el hermano Caín (la bomba) es malo, pero el hermano Abel (el pacífico reactor) también lo puede ser.  

El miedo es un sentimiento negativo, pero de esa negatividad puede salir algo positivo: hay que prestar más atención a la profecía de la desgracia que a la de la felicidad utópica, y obrar en consecuencia, tomando en serio la amenaza que planea sobre el futuro de la humanidad y que nos invita a obrar con responsabilidad.

En resumen, el imperativo de la responsabilidad puede esquematizarse en tres puntos:  

1.      Una constatación: el planeta está en peligro y la causa de este peligro es el poder del hombre, poseedor de una técnica que ha llegado a ser anónima y autónoma.  

2.      Un axioma o imperativo: debemos actuar a partir del deber que es para todos los humanos la supervivencia a largo plazo de la humanidad.

3.      Una teoría y una práctica ética: basada en la heurística del temor.  

Obviamente, este imperativo categórico colectivo arranca de una opción por el hombre y por la continuidad de la evolución. La ética de Jonas se encuentra en un cruce de caminos:

  ·        Es emotivista, porque su opción por el deber ecológico y biotecnológico arranca del sentimiento de superioridad de la vida.  

·        Es prudencial, y en cierto modo aristotélica, porque defiende un criterio de moderación para la vida humana: no todo cuanto se puede hacer se debe hacer.  

·        Es deontológica y postkantiana, porqué asume la supervivencia de la vida (y no de "cualquier" tipo de vida, sino de la vida humana creadora) como exigencia imperativa y universal.

  Pero, y eso es lo más importante, quiere ser  una "ética del futuro", lo que no quiere decir una ética "en" el futuro, concebida para que algún día la lleven a cabo nuestros descendientes, sino una ética que -desde hoy- se preocupa por el futuro y trata de protegerlo. Mañana puede ser tarde y los optimistas -o los utópicos- tal vez no se dan cuenta...

 

Para discutir a Jonas.

La obra de Jonas está hoy en el centro del debate ecológico. Pero Jonas ha tenido una "fama póstuma" pues, en vida, lo obscureció un "optimismo tecnológico" muy propio del progresismo político. Jonas tuvo en vida tres tipos de impugnadores: los marxistas que creían en el principio utopía (Bloch), los utilitaristas que ven en la crisis ecológica sólo un momento pasajero pero que se arreglará con "más" ciencia y, finalmente, los existencialistas que sólo consideraban importantes los problemas individuales y veían cualquier apelación a lo colectivo sólo el aspecto político (el famoso "compromiso") pero desgajado de una consecuencia ecológica. Jonas no pudo ser comprendido porque marxistas, utilitaristas y existencialistas son producto de la sociedad industrial y él, en cambio, se siente fuera de esa tradición.  

En la obra de Jonas se hallan cuatro elementos muy poco "modernos", pero que deberían ser pensados con detenimiento:

Da muy poca -o ninguna- importancia a la autonomía moral del individuo, que para él es un espejismo. El hombre es inseparable del colectivo y su autonomía siempre es parcial.  

Recupera un elemento que en la modernidad parecía olvidado: el mal. Recordar su existencia tal vez sea de mal gusto pero, vista la historia reciente, es una obviedad.  

Centra su ética en la abstención, cuando la tradición occidental piensa, en cambio, la acción.

  No acepta la idea de la reciprocidad entre deberes y derechos. Los humanos tienen deberes, especialmente con la supervivencia de la vida y con los no nacidos, más allá de la generación presente  

Jonas (contra Nietzsche y contra Bloch) nos obliga a pensar los limites (siniestros) de la voluntad de poder y la ingenuidad de una utopía que tal vez, como el aprendiz de brujo sepa como comienza el conjuro pero finalmente no sabe culminarlo y nos conduce, por ello, a la catástrofe. O, por decirlo con Jonas, al "perverso fin". 

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