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martes, 13 de abril de 2021

Libertad

 

Es la posibilidad de actuar según la propia voluntad y hacernos responsables de nuestras acciones.

“Libertad” es uno de los conceptos más difíciles de definir, y gran cantidad de textos filosóficos están dedicados a explicar qué sea, y cómo es posible que el ser humano sea libre. Así que comenzaremos desde lo más fácil. 

Veamos qué dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española:

“Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.” http://dle.rae.es/?id=NEeAr5C


Antes de discutir los conceptos de libertad, en el Diccionario de filosofía de Ferrater Mora se presenta una introducción y tres acepciones generales:

“El concepto de libertad ha sido entendido y usado de muy diversas maneras y en muy diversos contextos en la literatura filosófica y parafilosófica desde los griegos hasta el presente. 

He aquí, a modo de ejemplos, algunos modos como se ha entendido el concepto de libertad: como posibilidad de autodeterminación; como posibilidad de elección; como acto voluntario; como espontaneidad; como margen de indeterminación; como ausencia de interferencia; como liberación frente a algo; como liberación para algo; como realización de una necesidad.


 Junto a ello el concepto en cuestión ha sido entendido de diversos modos según la esfera de acción o alcance de la libertad; así, se ha hablado de libertad privada o personal; libertad pública; libertad política; libertad social; libertad de acción; libertad de palabra; libertad de idea; libertad moral, etc. etc. 


El concepto de libertad es, pues, sumamente complejo. Para entender adecuadamente algunas de sus características hay que relacionarlo, para comparación o contraste, con algunos otros conceptos a los que hemos dedicado artículos especiales; tal ocurre con los conceptos de ALBEDRÍO, AUTONOMÍA, BUENA VOLUNTAD, CONCIENCIA, MORAL, DEBER, DETERMINACIÓN, DETERMINISMO, INDETERMINISMO, INDIFERENCIA, VOLUNTAD, y algunos otros. […]”

  1. “Una libertad que puede llamarse ‘natural’ y que, cuando es admitida, suele entenderse como la posibilidad de sustraerse (cuando menos parcial-mente) a un orden cósmico predeterminado e invariable, el cual aparece como una ‘coacción’ o, mejor dicho, como una ‘forzosidad’.

[Esta primera acepción de libertad opone necesidad a libertad; la naturaleza se mueve y produce vida según leyes necesarias, pero el ser humano, por ser libre, no vive bajo esta necesidad; el ser humano actúa por propia voluntad y no por causas naturales. 

Esta definición de libertad aparece claramente con el Humanismo renacentista. Un texto para ilustrarla es El discurso sobre la dignidad del hombre de Pico della Mirandola. Al inicio de su escrito, encontramos la narración de la supuesta creación del hombre:

Estableció por lo tanto el óptimo artífice [Dios] que aquel a quien no podía dotar de nada propio le fuese común todo cuanto le había sido dado separadamente a los otros. Tomó por consiguiente al hombre así construido, obra de naturaleza indefinida, y habiéndolo puesto en el centro del mundo, le habló de esta manera:

Oh Adán, no te he dado ni un lugar determinado, ni un aspecto propio, ni una prerrogativa peculiar con el fin de que poseas el lugar, el aspecto y la prerrogativa que conscientemente elijas y que de acuerdo con tu intención obtengas y conserves. 

La naturaleza definida de los otros seres está constreñida por las precisas leyes por mí prescritas. 

Tú, en cambio, no constreñido por estrechez alguna te la determinarás según el arbitrio a cuyo poder te he consignado. 

Te he puesto en el centro del mundo para que más cómodamente observes cuanto en él existe. 

No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de ti mismo, te informases y plasmases en la obra que prefirieses. 

Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte, según tu ánimo, en las realidades superiores que son divinas. ([1] Giovanni Pico della Mirandola, Discurso sobre la dignidad del hombre, trad. Adolfo Ruiz Díaz. Editorial π, Colombia, 2006, p. 5. El libro puede encontrarse en esta liga http://editorialpi.net/ensayos/discursosobreladignidaddelhombre.pdf)

  1. “Una libertad que puede llamarse ‘social’ — o ‘política’. Esta libertad es concebida primariamente como autonomía o independencia. En una determinada comunidad humana, esta autonomía o independencia consiste en la posibilidad de regir sus propios destinos, sin interferencia de otras comunidades. En los individuos dentro de una comunidad, dicha autonomía o independencia consiste primariamente no en evadir la ley, sino en obrar de acuerdo con las propias leyes, es decir, las leyes del propio ‘Estado’ — o ‘Estado-Ciudad’.”

[Aunque es posible establecer vínculos con la ética, esta acepción de libertad pertenece al ámbito político. Se refiere a la capacidad de los ciudadanos de actuar políticamente, de tener derechos y obligaciones. En todo caso, esta idea de libertad supone que las personas son libres, es decir, que tienen una voluntad propia que no debe ser reprimida o enajenada por las leyes.

Aquí puede leerse un fragmento del texto clásico del Barón de Montesquieu El Espíritu de las Leyes. En él se señala cómo es que se ha entendido la libertad (política), es decir, como la libertad de hacer o de no poder hacer algo en público (por ejemplo, de andar armados), así como la libertad de poseer o de poder adquirir algo (por ejemplo, heredar o comprar tierras).

 Además, se pone en claro que la libertad política está en relación con las leyes (“poder hacer lo que se debe querer y en no ser obligado a hacerlo que no se debe querer”). 


La libertad no es independencia de las leyes, sino el poder actuar o rehusarse a actuar según lo establezcan las leyes:

LIBRO XI

De las leyes que establecen la libertad política con relación a la constitución.

CAPITULO II

Diversas significaciones dadas a la palabra libertad.

No hay palabra que haya recibido significados tan diferentes ni impresionado las imaginaciones de modos tan distintos como la de libertad. 

La han tomado los unos por la facultad de destituir a quien habían investido de un poder tiránico; otros, por la de elegir al que han de obedecer; éstos, por el derecho de andar armados y poder ejercer la violencia; aquéllos, por el privilegio de no ser gobernados sino por un hombre de su nación o por sus propias leyes (He copiado, dice Cicerón, el edicto de Escévola, que permite a los griegos dirimir sus diferencias con arreglo a sus leyes, lo cual hace que se tengan por pueblos libres.) 

Pueblo hay para quien la libertad ha consistido durante largo tiempo en llevar la barba larga (Los moscovitas no podían sufrir que el zar Pedro mandase que se la cortaran). 

Quiénes han vinculado ese nombre en una forma de gobierno, con exclusión de las demás. Los que vivieron a gusto con el gobierno republicano, la pusieron en él: los que estaban satisfechos con el monárquico, la colocaron en la monarquía (Los capadocios rehusaron el gobierno republicano que los romanos les ofrecían.). 

En fin, cada uno ha llamado libertad al gobierno que más se acomodaba a sus hábitos o inclinaciones; y como en las repúblicas no se tienen siempre delante y de manera tan visible los instrumentos de los males de que se queja el pueblo, y hasta parece que las leyes hablan más y sus ejecutores menos, se atribuye de ordinario [la libertad] a las repúblicas y se niega a las monarquías. 

Por último, como, aparentemente, el pueblo hace en las democracias lo que quiere, se posee la libertad en esta clase de gobierno y se confunde el poder del pueblo con la libertad del pueblo.

CAPITULO III

De lo que es la libertad.

Es cierto que en las democracias el pueblo hace, al parecer, lo que quiere; pero la libertad política no consiste en hacer lo que se quiere.

 En un Estado, es decir, en una sociedad donde hay leyes, la libertad no puede consistir sino en poder hacer lo que se debe querer y en no ser obligado a hacerlo que no se debe querer. Es preciso distinguir bien la libertad de la independencia. 

La primera es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten; y si alguno pudiese hacer, lo que prohíben, carecería de libertad, porque los demás tendrían esta misma facultad. (Charles de Secondat, Barón de Montesquieu, El Espíritu de las Leyes, tomo I, trad. Siro García del Mazo, Librería General de Victoriano Suárez, Madrid, 1906, p. 224-5. El libro puede encontrarse en esta liga http://fama2.us.es/fde/ocr/2006/espirituDeLasLeyesT1.pdf)

  1. “Una libertad que puede llamarse ‘personal’ y que es también concebida como ‘autonomía’ o ‘independencia’, pero en este caso como independencia de las presiones o coacciones procedentes de la comunidad, sea como sociedad o bien como Estado. Aunque se reconozca que todo individuo es miembro de una comunidad y aunque se proclame que se debe a ésta, se le permite abandonar por un tiempo su ‘negocio’ para consagrarse al ‘ocio’ (es decir, al ‘estudio’) para de este modo poder cultivar mejor su propia personalidad. Cuando en vez de permitírsele al individuo disfrutar de dicho ocio, el individuo mismo se lo toma como un derecho, entonces su libertad consiste o va en camino de consistir en una separación de la comunidad, acaso fundada en la idea de que hay en el individuo una realidad, o parte de una realidad, que no es estrictamente hablando ‘social’, sino plenamente ‘personal’.”

[A diferencia de la libertad política, la libertad personal es independiente de las leyes del estado. Aunque hay ciertos modos de vincularlas, lo importante de esta acepción es distinguirlas. La libertad personal depende, en último término de la voluntad individual: lo que uno se impone a sí mismo. No se trata de hacer lo que a uno le venga en gana, sino de comprometerse con algo. Claro está que con aquello con lo que nos comprometemos puede o no contradecir las leyes (infringir la ley). Lo que no es obvio es que esta acción libre siempre sea buena. Para algunos pensadores, una acción verdaderamente libre no puede ser mala, sólo las acciones que dependen de nuestros deseos pueden llegar a ser malas: la voluntad sólo se compromete con cosas buenas. Esto, obviamente, es una tesis digna de ser discutida.

Por otro lado, Ferrater Mora señala en esta definición que ser libre significa que uno pueda “consagrarse al ocio”. Esto no quiere decir holgazanear. 

De hecho, hace referencia a un tema muy importante en la antigua Roma: el ocio era el permiso que se le daba a alguien para separarse de sus responsabilidades políticas, algo así como un año sabático. De ahí viene la idea que históricamente ayudó a comprender cómo es que existía una libertad personal distinta de las libertades y obligaciones con la comunidad.

Es importante resaltar que ésta acepción de libertad es la más cercana a las problemáticas del ámbito de acción de Relaciones interpersonales, y en general a la materia de Ética. 

La clave para reconocerlo es que se trata de una libertad que recae en la voluntad del individuo. Mientras que la primera acepción, por ser metafísica, es una libertad independiente de nuestras acciones: incluso si somos esclavizados o vivimos enajenados pensando que no somos libres, de hecho seguiríamos siendo libres. 

La segunda acepción refiere a una libertad que puede perderse o ganarse dependiendo del sistema político en el que se viva. Los movimientos sociales y las revoluciones pueden cambiar la libertad si la entendemos en este sentido.

Finalmente, respecto a la tercera acepción, debe decirse que la libertad no es pensada desde el horizonte de la metafísica, es decir, como una característica esencial del ser humano que se opone a la necesidad (naturaleza). Pero tampoco depende del sistema político (segunda acepción). Esta libertad deber ser pensada como autonomía o autodeterminación, y por ello se opone a la heteronomía (no a la necesidad). Quién actúa heterónomamente, lo hace porque ha sido obligado a actuar así (por ejemplo, gracias a la extorsión) o porque sus deseos e inclinaciones los han llevado a comportarse de ese modo.

Así, la libertad, como se dijo antes, es pensada aquí como la toma de decisión o la búsqueda intencional de un fin. Si hacemos algo sin habérnoslos propuesto (por ejemplo, parpadear) o si actuamos por antojo (comer algo que nos gusta), no ponemos en juego nuestra libertad. 

En cambio, cuando decidimos seguir una dieta por salud, nos comprometemos con nuestro desarrollo personal, o respetamos nuestras promesas, entonces estamos hablando de autodeterminación y libertad según lo establecido en la tercera acepción.

Para discutir esta definición de libertad, resulta afortunado revisar una cita de Immanuel Kant sobre la autonomía y la libertad en Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Se explicará entre corchetes los pasajes de difícil comprensión:

La autonomía de la voluntad como principio supremo de la moralidad

La autonomía de la voluntad es la constitución de la voluntad, por la cual es ella para sí misma una ley –independientemente de cómo estén constituidos los objetos del querer–. [Kant establece que la voluntad del individuo se distingue por la autodeterminación y no por las cosas que se desean.] 

El principio de la autonomía es, pues, no elegir de otro modo sino de éste: que las máximas de la elección, en el querer mismo, sean al mismo tiempo incluidas como ley universal. [Ahora, la voluntad o autodeterminación no puede elegir cosas que sólo le beneficien a un individuo, sino que deben de ser buenas para cualquier individuo.] 

Que esta regla práctica es un imperativo, es decir, que la voluntad de todo ser racional está atada a ella necesariamente como condición, es cosa que por mero análisis de los conceptos presentes en esta afirmación no puede demostrarse, porque es una proposición sintética; habría que salir del conocimiento de los objetos y pasar a una crítica del sujeto, es decir, de la razón pura práctica, pues esa proposición sintética, que manda apodícticamente, debe poderse conocer enteramente a priori

Mas este asunto no pertenece al capítulo presente [Kant explica aquí, que no es evidente el hecho de que estén vinculadas la autodeterminación y la condición de que ésta autodeterminación resulte buena para todos. Sólo podemos llegar a aceptar ese vínculo después de pensar qué es la voluntad individual por sí misma. Aquí no lo se explica, pero en otros apartados Kant mostrará que la voluntad sólo puede ser libre y buena cuando no sólo se interesa por lo que le conviene a un individuo, sino cuando el bien de ese individuo implica también el bien de las personas implicadas en su decisión. 

Por ejemplo, yo no puedo afirmar que mi voluntad es libre si concedo que puedo mentir para beneficiarme. 

Esta decisión (mentir), sólo se justifica cuando asumo que yo soy lo más importante, y el único que debe resultar beneficiado. 

Esta es una decisión egoísta; implica aprovecharse de los demás, y esto no concuerda con lo que entendemos como bondad. 

En cambio, ser honesto, aún a pesar de las consecuencias, parece que en sí mismo es bueno y que a la larga traería beneficios a uno mismo (buena reputación) y a la comunidad (generar confianza).]

Pero por medio de un simple análisis de los conceptos de la moralidad, si puede muy bien mostrarse que el citado principio de, la autonomía es el único principio de la moral. Pues de esa manera se halla que su principio debe ser un imperativo categórico, el cual, empero, no manda ni más m menos que esa autonomía justamente. 

[Kant concluye aquí que la moral sólo se orienta por la autodeterminación, y no por lo que tradicionalmente creemos bueno. Así, ser honesto es correcto no porque nos hayan enseñado a no mentir, sino porque es racional no mentir, y es una máxima universal con la que podemos orientar nuestra conducta.] (Immanuel Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. Manuel García Morente. Edición de Pedro M. Rosario Barbosa, Puerto Rico, 1921, p. 53. El libro puede encontrarse en esta liga http://pmrb.net/books/kantfund/fund_metaf_costumbres_vD.pdf)

Sebastián Lomelí.






Lomelí, S. Libertad ( 2021) SEMS. Rescatado abril, 13 2021 de la URL: http://humanidades.cosdac.sems.gob.mx/etica/vocabulario/libertad/

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