La Catrina fue una creación del muralista Diego Rivera, a su vez inspirada de la obra de José Guadalupe Posada, grabador, ilustrador y caricaturista de finales del siglo XIX y principios del XX.
Durante las fiestas de Día de Muertos, puede apreciarse por las calles de la Ciudad de México a la Catrina. Sí, esa calavera pálida vestida con tacones y ropa elegante, algunas veces con colores llamativos, otras más, conservadores, que a la vista agrada a algunos y asusta a otros.
Se trata de un símbolo mexicano famoso mundialmente, donde muchos la conocen pero no saben su origen. ¿De dónde proviene? De acuerdo con Andrés Medina Hernández, adscrito al Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, la Catrina fue una creación del muralista Diego Rivera, a su vez inspirada de la obra de José Guadalupe Posada, grabador, ilustrador y caricaturista de finales del siglo XIX y principios del XX.
Posada dibujaba esos famosos cuadros de las calaveras en diferentes situaciones y escenas de la vida cotidiana, por ejemplo, bailando, en pulquerías o hasta en el Panteón Dolores.
Diego Rivera la representó por primera vez en su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, donde aparece junto con otros personajes como Frida Kahlo y él mismo de pequeño.
Desde entonces, la Catrina formó parte del discurso nacionalista del siglo XX que recuperó la tradición antigua —la prehispánica, sobre todo, los mexicas—, y exaltó las creencias que había en el pasado sobre el inframundo, las calaveras y las ofrendas.
Medina Hernández resaltó la importancia la Catrina como fenómeno popular del siglo XX. Del mural de Diego Rivera, se han inspirado todos los artistas que crean figuras de papel maché y ahora la encontramos en todas partes.
El Día de Muertos
Cuenta el mito que el dios en forma de serpiente emplumada, Quetzalcóatl, creó al hombre con una combinación de huesos molidos y su propio semen. Desde entonces, para nuestros antepasados los restos humanos simbolizan la semilla de la vida y significan la continuidad de esta misma, declaró el investigador universitario.
De hecho, el Día de Muertos, contrario a lo que todos piensan, se trata de una celebración a la vida por los elementos que maneja, como las calaveritas y el pan de muerto con los huesitos.
Así, este día tiene dos percepciones. Por un lado, se trata de la mirada de algo tradicional con raíces prehispánicas nutrida de la presencia hispánica católica, y por el otro, un mundo folclórico, nuestro patrimonio cultural que ha servido para atraer al turismo.
El misticismo de México
En el Día de Muertos los difuntos regresan al mundo de los vivos, iluminados en su camino por las veladoras que les prenden. Acuden a visitar a su familia y a degustar sus platillos favoritos depositados en una ofrenda adornada con calaveritas, flores de cempasúchil, dulces, el tradicional pan de muerto y hasta refrescos.
Además de la vida, este día está ligado al maíz, por ejemplo, en el calendario agrícola se marcan las etapas de la semilla y cada una es una celebración.
La primera es la siembra, la segunda es la petición de lluvias por la propiciación de los elotes y la última es la cosecha, que es cuando se celebra el Día de Muertos. Se trata de fechas marcadas para grandes fiestas y con la cultura española se asocia con algunos santos, explicó Medina Hernández.
Por ejemplo, la bendición de las semillas se liga con la Candelaria, donde se invoca a las lluvias con la Santa Cruz; la petición de los elotes con la Virgen de la Asunción San Miguel, donde se incorporan características de Tláloc y la lluvia, y finalmente, la gran fiesta de la cosecha, con el Día de los Muertos.
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