Erika Reyes | El Sol de Puebla
A más de un siglo de que las chalupas prendieron su primer fogón bajo la frondosa arboleda del Viejo Paseo de San Francisco, el espíritu de las mujeres que emprendieron la difícil tarea de dar de comer, sigue presente en cada uno de sus rincones.
Nunca imaginaron que sus tortillas con salsa se volverían un ícono de la gastronomía y una tradición para los poblanos. Hoy sus orgullosas generaciones siguen honrando su memoria y ayudan en la ardua labor de dar de comer bien, porque en el Paseo de San Francisco ¡sí se come sabroso!
“Mi abuela Francisca nació en la parte indígena de la ciudad, su familia siempre vivió en el segundo patio de una casona que estaba en San Francisco y hoy es el hotel Azul Talavera (antes Rosewood). La necesidad hizo que ella y mi bisabuela Beatriz, empezaran a vender chalupas en 1896, en lo que era la parte arbolada del convento de los franciscanos, a la orilla del río, que hoy conocemos como Paseo de San Francisco”, asegura Guadalupe Lozano Garfias, cuarta generación de la familia Hernández.
Ellas fueron pioneras en la tradición de las chalupas de San Francisco y después de casi un siglo pasaron de venderlas de forma rudimentaria a tener un restaurante conocido como La Chiquita Poblana.
“Iniciaron debajo de un árbol a ras de piso, hacían sus fogones de piedras con leña y como comal utilizaban una plancha de hojalata que ponían encima, así hacían sus tortillas con salsa. Vendían a todas las personas que iban a trabajar al otro lado del río, la gente caminaba porque no había transporte y para pasar a la parte española cruzaban por el puente de Dolores, el de La Democracia, el de Nochebuena o el de Ovando”, asegura.
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