martes, 13 de abril de 2021

Hans Jonas y el COVID-19.

 Por

Ángel Alonso Salas
 26 de marzo, 2020

A Kenya, Flor, Tirso, Pepe, Cristal, Cruz y Jorge, y, todo el personal de salud que está atendiendo a las personas diagnosticadas con COVID-19

 

En los últimos días hemos sido testigos de diversas acciones que la sociedad civil ha tenido hacia el personal sanitario que está atendiendo a quienes han sido confirmados con COVID-19, con expresiones de aplausos, porras o canciones desde los balcones. 


Al exterior de hospitales o por redes sociales, muchas personas se han puesto de acuerdo para agradecer públicamente durante unos minutos a las y los que no deben ni pueden estar en cuarentena porque las naciones transitan por esta contingencia sanitaria.


Los mensajes de los distintos sectores de salud han sido claros: lavarse las manos con frecuencia con agua y con jabón, no saludar de mano o beso, evitar los lugares concurridos, no automedicarse, encerrarse unos días para evitar contagios, hacer trabajo en casa y continuar con las actividades académicas y laborales en línea, en la medida de lo posible.



 Los sectores más vulnerables también han sido plenamente identificados: personas mayores de 60 años, embarazadas, pacientes con alguna enfermedad respiratoria y niñas y niños, por mencionar algunos. 


 Pero como sabemos, estas medidas e indicaciones han sido ignoradas por muchas personas, que han emitido argumentos tales como: “esa fase no llegará a México”, “el coronavirus es un engaño y solamente afecta a quienes tienen una solvencia económica para salir al extranjero”, “únicamente les da a las personas blancas” o incluso “es una patraña de las grandes potencias del mundo para desacelerar económicamente a una nación o atacar a algún líder político”.


Las consecuencias de no seguir las indicaciones son contundentes y no las hemos aprendido. 


La desconfianza en nuestras autoridades políticas, educativas y sanitarias es un grave problema que no hemos logrado enfrentar. 


La desinformación, el pánico, las fakenews, la ignorancia y la burla son sumamente preocupantes, indignantes y hasta frustrantes. 


Así que, ¿qué debemos hacer ante este panorama en el que estamos inmersos?


Hans Jonas, a partir de su texto El principio de responsabilidad 1, contribuye a la reflexión a partir de dos principios: prudencia y responsabilidad. 

  • El primero apela a que, si una persona no conoce las consecuencias a corto, mediano y largo plazo de una acción, investigación, intervención o experimento, lo más sensato es no implementarla hasta que se cuenten con los mejores datos, para evitar producir daños irreversibles. 
  • El segundo exhorta a considerar las consecuencias que nuestras acciones tienen en vidas futuras, hasta la tercera generación. Esto último implica no sólo ver a nuestra propia especie sino también contemplar a otros seres vivos y a nuestro planeta en el horizonte de nuestra responsabilidad.

Ahora bien, a raíz de los últimos acontecimientos con el COVID-19, ¿no valdría la pena aplicar los principios de Hans Jonas en nuestra cotidianeidad? ¿En qué momento asumiremos en los hechos la prudencia y la responsabilidad de estar en cuarentena? ¿Hasta qué momento seremos solidarios y responsables evitando las compras de pánico? ¿O acaso debemos esperar un toque de queda o una restricción militar para seguir las instrucciones de nuestras autoridades? 

Y así seguiríamos con muchas preguntas y cuestionamientos. 

Sin embargo, queda un sector de la población que no puede seguir dichas instrucciones: el personal que labora en las instituciones sanitarias (camilleras o camilleros, paramédicos, personal de urgencias, terapia intensiva, piso o quirófano) y anteponen sus pacientes (independientemente de quienes sean) a ellos mismos, su familia y los suyos, porque es su deber, su responsabilidad, su vocación.

Hans Jonas tendría una posición crítica hacia las acciones que los ciudadanos tienen frente a enfermedades como el COVID-19, y nosotros, quienes leemos esto, a diferencia de quienes luchan en el frente de la pandemia, podemos y debemos llevar a la praxis dichos principios de responsabilidad y prudencia ante el cuidado de sí y de los otros, de los próximos y los distantes, de los vulnerables y de los más frágiles.



Ojalá los videos que recibimos y compartimos en nuestras redes sociales, de expresiones de afecto y empatía ante el ejercicio profesional del personal sanitario, no sólo sean una muestra efímera de agradecimiento, respeto y honor de las y los ciudadanos de Granada, Buenos Aires, Lyon, Madrid, China o cualquier lugar, sino un ejercicio constante hacia quienes ponen por encima de su familia y de su propia vida el cuidado de pacientes que necesitan tanto atención como calidez humana. 


Y claro, sabiendo que nosotras y nosotros también podemos expresar nuestro agradecimiento, sugiero que hagamos lo propio, y agradezcamos vía mail o mensaje con alguna de nuestras redes sociales a doctoras, doctores, enfermeras y enfermeros que han hecho posible que nosotros estemos ahora leyendo este texto.



* Angel Alonso Salas (@iberoangina) cuenta con los grados de licenciatura, maestría y doctorado en Filosofía. Profesor de tiempo completo del CCH UNAM. Actualmente es el Secretario Académico del Programa Universitario de Bioética de la UNAM.

 


 

 

1 Hans Jonas. El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica. Barcelona: Herder, 1995.

 

 

 

 Alonso.A, (2020) Hans Jonas y el COVID-19. Rescatado de Animal Político; abril 13, 2021 de la URL: https://www.animalpolitico.com/una-vida-examinada-reflexiones-bioeticas/hans-jonas-y-el-covid-19/

 

 


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