Me tropecé con los campesinos en los agitados setenta del pasado siglo, años en que las insurgencias populares entraban al relevo del movimiento estudiantil del 68.
Por entonces los rústicos andaban muy alebrestados: unos tomando ingenios en Veracruz o bloqueando la salida de madera de la Sierra Juárez de Oaxaca, otros “recuperando” latifundios en todo el país y unos más echando tiros en las montañas de Guerrero.
Alentados por los sobrevivientes de la División del Norte y el Ejército Liberador del Sur, los revoltosos del campo revivían el zapatismo y el villismo acompañados por jóvenes urbanos o semiurbanizados como Efrén Capiz, que había estudiado Leyes y trajinaba en Michoacán; el estudiante de arquitectura Arturo Albores, que se había ido a Chiapas; el economista Emilio García, que entonces se llamaba Plutarco y trabajaba en Morelos; el normalista Joel Aquino –el entrañable Benito–, que había regresado a su natal Yalalag, en Oaxaca.
A mí me daba por escribir y pronto empecé a dejar constancia de los movimientos en curso. Aunque algunos de mis textos aparecieron en publicaciones universitarias, su cometido no era académico sino estrictamente político: ayudar a darle rumbo a la lucha desentrañando el curso de los combates y la densidad de su circunstancia.
Da
doble click en el siguiente link y encuentra en PDF:
No hay comentarios:
Publicar un comentario