Alfonso Reyes Ochoa nace en Monterey el 17 de Mayo de 1889 y muere en la Ciudad de México el 27 de diciembre de 1959, fue un destacado poeta, ensayista, narrador, diplomático y pensador mexicano, muy característico por su poema ifigenia cruel; del cual se realizó una obra de Opera por Leandro Espinosa, el escritor Octavio Paz lo destaca como el escritor mexicano que logró que el español sea transparente por ciertos momentos, cuando Bioy Casares y Borges querían saber si un párrafo estaba bien escrito, decían: «Vamos a leerlo con el tono con que lo leería Alfonso Reyes».
En 1909, fundó, con otros escritores, el Ateneo de la Juventud, donde Pedro Henríquez Ureña, Antonio Caso y José Vasconcelos Calderón, entre otros intelectuales, se organizaron para leer y discutir a los clásicos griegos, acuñar agudas reflexiones sobre la literatura y la filosofía universales, y llevar a cabo una importante labor de difusión cultural. De gran relevancia fueron las críticas que hicieron al positivismo y al desarrollo que tuvo en México durante el Porfiriato, mismas que suscitaron una verdadera revolución cultural en el país.
POEMA; Ifigenia Cruel
{Fragmento}
Pero soy como me hiciste, Diosa,
Entre las líneas iguales de tus flancos:
Como plomada de albañil segura,
Y como tú: como una llama fría.
Entre las líneas iguales de tus flancos:
Como plomada de albañil segura,
Y como tú: como una llama fría.
Sobre el eje de tu nariz recta,
Nadie vio doblarse tus cejas,
Ni plegarse los rinconcillos
Inexorables de tu boca,
Por donde huye un grito inacabable,
Penetrado ya de silencio.
Nadie vio doblarse tus cejas,
Ni plegarse los rinconcillos
Inexorables de tu boca,
Por donde huye un grito inacabable,
Penetrado ya de silencio.
En torno a ti danzan los astros.
¡Ay del mundo si flaquearas, Diosa!
Y al cabo, lo que en ti más venero:
Los pies donde recibes la ofrenda
Y donde tuve yo cuna y regazo;
Los haces de dedos en compás
Donde puede ampararse un hombre adulto;
Las raíces por donde sorbes
Las cubas rojas del sacrificio, a cada luna.
¡Ay del mundo si flaquearas, Diosa!
Y al cabo, lo que en ti más venero:
Los pies donde recibes la ofrenda
Y donde tuve yo cuna y regazo;
Los haces de dedos en compás
Donde puede ampararse un hombre adulto;
Las raíces por donde sorbes
Las cubas rojas del sacrificio, a cada luna.
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