Se llama descripción literaria al conjunto de caracteres que definen seres, objetos y paisajes dentro de una narración. Es un modelo de definición del que se vale el escritor para transportar las imágenes de su cabeza al papel, a través de palabras que intentan concretar, con la mayor precisión posible, la visión del autor sobre su propia historia. En las descripciones se utiliza un lenguaje connotativo donde abunda el uso de adjetivos, metáforas y de figuras retóricas.
TIPOS DE DESCRIPCIONES
Las descripciones pueden referirse a personas, animales, objetos, lugares… Pero dentro de cada una existen una serie de categorías diferentes, cada una centrada en un aspecto descriptivo diferente.
PROSOPOGRAFÍA
La palabra prosop viene del griego y significa “aspecto”. Sabiendo esto es bastante fácil deducir a qué se refiere esta disciplina. Es la descripción de los rasgos físicos del personaje, es decir, de su aspecto. Incluye únicamente aquellos elementos apreciables a simple vista, según su apariencia externa. Su ropa, su peinado, su constitución, su imagen…
ETOPEYA
Es la descripción de los rasgos psicológicos y morales del personaje. Engloba todo lo que es como individuo y como ser, desde su comportamiento hasta su carácter, pasando por su personalidad, moralidad, etcétera. Dicho de otro modo, la etopeya describe la apariencia interna del personaje.
RETRATO
El retrato es una descripción que combina tanto las características físicas como las morales. En otras palabras, es una mezcla de la prosopografía y la etopeya.
CARICATURA
La caricatura se utiliza generalmente en el ámbito humorístico, consiste en una descripción de los rasgos exagerada donde se acentúan los defectos y se presenta al personaje como un individuo cómico.
EJEMPLOS DE DESCRIPCIONES
Aún dicho todo esto, la mejor manera de aprender a escribir buenas descripciones es leyéndolas. Cualquier novela que se precie tiene entre sus páginas una cantidad considerable de descripciones, algunas más extensas que otras. Algo tan simple como tomar conciencia de lo que se está leyendo en cada momento nos hará mejorar nuestra escritura casi sin darnos cuenta. Y dicho esto, aquí van tres buenos ejemplos de descripciones en distintas obras literarias:
«Comienzo por los cabellos. ¿Ves tú las madejas de oro delgado que hilan en Arabia? Más lindos son, y no resplandecen menos. Son tan largos que le llegan hasta sus pies; después, trenzados y atados con la delgada cuerda, como ella se los pone, que no hace más para convertir los hombres en piedras. […] Los ojos verdes, rasgados; las pestañas luengas; las cejas delgadas y alzadas; la nariz mediana; la boca pequeña; los dientes menudos y blancos; los labios, colorados y grosezuelos; el torno del rostro poco más luengo que redondo; el pecho alto; la redondez y forma de las pequeños senos, ¿quién te la podría figurar?, que se despereza el hombre cuando las mira. La tez lisa, lustrosa; el cuero suyo oscurece la nieve, la color mezclada, cual ella la escogió para sí. […] Las manos pequeñas en mediana manera, de dulce carne acompañadas; los dedos luengos; las uñas en ellos largas y coloradas, que parecen rubíes entre perlas.»
La Celestina, de Fernando de Rojas
«Un hombre apareció en la esquina que el gato había estado observando, y lo hizo tan súbita y silenciosamente que se podría pensar que había surgido de la tierra. La cola del gato se agitó y sus ojos se entornaron. En Privet Drive nunca se había visto un hombre así. Era alto, delgado y muy anciano, a juzgar por su pelo y barba plateados, tan largos que podría sujetarlos con el cinturón. Llevaba una túnica larga, una capa color púrpura que barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas. Sus ojos azules eran claros, brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de media luna. Tenía una nariz muy larga y torcida, como si se la hubiera fracturado alguna vez. El nombre de aquel hombre era Albus Dumbledore.»
Harry Potter y la Piedra Filosofal, de J. K. Rowling
«Mientras hablaba, los caballos comenzaron a piafar y a relinchar, y a encabritarse tan salvajemente que el cochero tuvo que sujetarlos con firmeza. Entonces, en medio de un coro de alaridos de los campesinos que se persignaban apresuradamente, apareció detrás de nosotros una calesa, nos pasó y se detuvo al lado de nuestro coche. Por la luz que despedían nuestras lámparas, al caer los rayos sobre ellos, pude ver que los caballos eran unos espléndidos animales, negros como el carbón. Estaban conducidos por un hombre alto, con una larga barba grisácea y un gran sombrero negro, que parecía ocultar su rostro de nosotros. Sólo pude ver el destello de un par de ojos muy brillantes, que parecieron rojos al resplandor de la lámpara, en los instantes en que el hombre se volvió a nosotros. Se dirigió al cochero: “Llega usted muy temprano hoy, mi amigo”.»
Drácula, de Bram Stoker
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