lunes, 23 de marzo de 2020

ELEMENTOS DEL DISCURSO


Objetivo:
El estudiante describirá y diferenciará cada uno de los elementos del discurso.
En oratoria se define al discurso como el conjunto de la forma y el fondo del pensamiento que constituye el mensaje que el orador expresa ante un auditorio.

Es importante tanto el fondo del pensamiento, es decir, el contenido ideológico del discurso, como la forma en que es comunicada por el orador; o sea, las palabras y las oraciones, el tono, el volumen, los gestos, las actitudes, etcétera. Los elementos esenciales de la oratoria y de su concordancia, estructuración y manejo dependerá la eficacia de la comunicación y por ende, del éxito del orador.

El discurso es una idea codificada, un mensaje y por lo tanto su objeto es la misma que la de toda forma de comunicación: crear o modificar actitudes en el receptor y en este caso particular, en el público del auditorio.

Se sugiere el empleo de frases cortas y periodos breves que son fáciles de emitir y de percibir.
En oratoria es preciso ser claros en las formas y en el fondo, es decir, en las palabras y en las ideas. Se consideran en el Discurso seis partes esenciales:

I. Exordio: El exordio es la primera parte del Discurso y está constituido por la primeras palabras que el orador expresa ante el auditorio, es prácticamente la tarjeta de presentación del elocuente y del manejo inteligente que él tenga será el éxito del discurso, es importante saber que mediante la expresión del exordio dependerá definitivamente, la actitud positiva, negativa o de indiferencia del público que escucha.

Las funciones del exordio básicamente son dos: La primera captar la atención de los oyentes, que es unívoca, es decir, que solamente se puede atender a un estímulo y no a dos o más al mismo tiempo. Y la Segunda es despertar el interés que es la consecuencia lógica del manejo adecuado que se haga de los recursos, de las leyes y de los factores de la atención.

El exordio se puede redactar según la tónica y la finalidad del discurso, tomando en consideración las características del auditorio ante quien se va hablar, sin dejar a un lado los siguientes recursos:

  •  Una frase célebre, es decir iniciar el discurso con una frase célebre que sea lo suficientemente clara, precisa y adecuada al contexto del discurso y a las circunstancias del lugar y del auditorio. Esta frase deberá seleccionarse con la mayor empatía posible, es decir, colocándose en el lugar del auditorio hipotéticamente.
  • Un verso breve, es un buen principio para el discurso cuando se trata de un público femenino ó de personas con destacadas sensibilidad literaria, este deberá expresarse con la mayor naturalidad posible.
  • Un lema, al decidirse a usar un lema como encabezado, debe pensarse en la comprensión del auditorio y su actitud hacia el contenido de su procedencia, así como la popularidad y su viveza socio demográfica.
  • Una pregunta, empleada como exordio, puede ser muy impactante porque atrae la atención y despierta el interés, pero si no se sabe manejar puede ser un peligro dado que puede originar la respuesta irónica de alguien del público.
  • Un gesto silencioso que logre expresar un estado de ánimo para ser bien comprendido por el auditorio.
  • Una actitud determinante que acompañe a una frase según las circunstancias.
  •  Un silencio produce una fuerte tensión psicológica en el público y por consiguiente acompañada por la proposición.

II. Proposición: Es la segunda parte del discurso y constituye en esencia la síntesis preliminar del contenido del mismo, es decir, es una exposición breve, clara y precisa de una tesis que se sustenta y que se intentará demostrar ante el auditorio durante el desarrollo del discurso, cuya finalidad es de despertar el interés del público que escucha. Al redactarse la proposición debe tenerse en cuenta la forma inteligente.

III. Argumentación, es la exposición sistemática de los argumentos lógicos que confirman lo aseverado en la proposición, cuya finalidad es de convencer al público de la verdad, la bondad, las ventajas y las conveniencias de asumir la actitud que se requiere en la proposición, es decir que a través de la argumentación se generan o modifican actitudes en un público oyente. Es importante soslayar que la argumentación reúne como elementos indispensables el hecho en sí, las pruebas documentales, testimoniales, la lógica y las circunstancias y consecuencias.

IV. Conclusión, es la síntesis, es decir la integración en una sola proposición de las verdades esenciales expuestas en los argumentos más apreciables del discurso.

Dentro de la conclusión, destacan los elementos como la síntesis, la valoración y la inducción, entendiéndose como síntesis a la versión abreviada de cierto texto que una persona realiza a fin de extraer la información o los contenidos más importantes del mismo; la valoración es la toma de conciencia y de responsabilidad que implica hacer un juicio de la importancia del discurso y por último la inducción, que es un proceso de encauzar el comportamiento del auditorio hacia la finalidad del discurso.

V. Exhortación, es la parte del discurso en relación a una invitación amable pero enérgica dirigida al público, es decir de convertir sus pensamientos y sus emociones en acción creadora y productiva.[1]

VI. Epílogo, etimológicamente es una conclusión, es decir, es la parte final del discurso y debe constituir siempre la rúbrica triunfal de la pieza oratoria. El epílogo en la oratoria tiene como objeto fijar en la mente del público oyente, mediante pocas palabras aquello que se ha escuchado, que se ha tratado y de lo que se les quiere convencer, por lo tanto la primera y última frase del discurso son elementales, por lo que no se debe subestimar la claridad, la resonancia y el impacto de la primera frase, como tampoco el desarrollo articulado del epílogo, que es el desenlace que provoca en el público una actitud crítica, participativa, etc. El epílogo consta de dos elementos inseparables que complementan el uno con el, otro que es la comunicación verbal y la comunicación no verbal; un final pobre e inadecuado puede arruinar todo el efecto del discurso, porque es importante tener una buena conclusión para un buen comienzo.[2]


[1]  D’Egremy, Francisco, Op. Cit., p.p. 67 - 105 
[2] Ochoa campos , Moisés, La Oratoria en México, Editorial Trillas, México 1963, p.p.12 - 13 

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