Tres décadas de “paz, orden y progreso”
porfirianos habían transformado al país. Aparentemente México se encaminaba
hacia la prosperidad, tenía un sólido desarrollo económico y una planta
industrial en pleno crecimiento. A pesar de ello la mayoría de la población
se benefició poco del bienestar material y, por el contrario, sufría las
injusticias que provocaban la concentración del poder y la riqueza en unas
cuantas manos.
Por una parte, en el campo millones de
campesinos vivían en condiciones deplorables, mientras cerca de cinco mil
hacendados eran dueños de la mayor parte de las tierras cultivables del
país. Políticos mexicanos y empresarios extranjeros llegaron a acaparar
enormes extensiones de tierra en el norte del país a precios risibles y
pasando por encima de los derechos de los pequeños propietarios. En Yucatán
y Sonora, los grupos indígenas que se opusieron al despojo de sus tierras
fueron reprimidos y trasladados a lugares inhóspitos.
Por otra parte, en las ciudades los obreros
tampoco gozaban de los beneficios del porfiriato, ya que trabajaban largas
jornadas a cambio de salarios insuficientes. La clase media, compuesta por
técnicos, maestros y abogados, gente con aspiraciones políticas, se
convirtieron en los principales críticos del gobierno porfirista al ver que
el poder y la riqueza se mantenía en manos de unos cuantos. En cambio a las
élites del país, grandes empresarios, comerciantes y latifundistas les
preocupaba la transmisión del poder presidencial.
Porfirio Díaz estaba a punto de cumplir 80 años
de edad y no parecía decidirse a designar un sucesor. Los norteamericanos
favorecidos por Díaz recelaban de su política cada vez más independiente y
nacionalista, a tal grado que el presidente de los Estados Unidos, a través
del periodista James Creelman, decidió entrevistarse con él. Dicha
entrevista fue el parteaguas que detonó la efervescencia política con miras
a las elecciones de 1910. Las expresiones de inconformidad por parte de
algunos sectores empezaron a brotar en algunas regiones del país; hubo
huelgas en Cananea y Río Blanco y se crearon partidos políticos y
periódicos de oposición.
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