La verdad se ha entendido tradicionalmente como correspondencia. Según esta teoría, la verdad se explica como una propiedad de los enunciados, consistente en una relación de coincidencia entre el enunciado y el hecho, o entre el pensamiento y la realidad. Normalmente, se entiende que un enunciado corresponde a los hechos, o a la realidad, si su significado nos describe los hechos tal como los conocemos o interpretamos. Por ello decimos que un enunciado es verdadero si describe los hechos como son y que es falso si no los describe como son. En consecuencia, la verdad es, ante todo, una propiedad del discurso declarativo; lo verdadero o lo falso pertenece a los enunciados o proposiciones y no a los hechos. Es, pues, un concepto puramente epistemológico.
La correspondencia puede entenderse en dos sentidos:
- Sentido estricto (correspondencia como congruencia): el enunciado es un copia de la realidad, a la que refleja como un espejo, y la estructura del enunciado corresponde a la estructura de la realidad. (Platón y Russell).
- Sentido amplio (correspondencia como correlación): el sentido global del enunciado coincide con lo que es el caso. (Aristóteles y J.L. Austin).
Por otro lado, la teoría de la correspondencia no prejuzga la cuestión del realismo: aunque normalmente es interpretada en sentido realista, no exige necesariamente que lo que se considera un hecho sea realmente distinto de la mente.
Las objeciones tradicionales que se hacen a esta teoría provienen, principalmente, de la ambigüedad, o amplitud de sentido, que posee el término «correspondencia», que al ser traducido a otros términos es sustituido por expresiones «cargadas teóricamente», como son por ejemplo «significar», de por sí discutibles, y del sentido que hay que dar al término «hecho»; hay quienes objetan que un hecho no es sino otro nombre de enunciado y, en este caso, se plantea entre qué términos se da una relación.
La versión más conocida de la teoría de la verdad como correspondencia es la teoría semántica de la verdad propuesta por Alfred Tarski (1902-1983) en El concepto de verdad en los lenguajes de las ciencias deductivas (1933). Tarski considera que la verdad es una propiedad semántica de los enunciados o proposiciones, porque es definible en términos de conceptos semánticos, que, llevado de su fisicalismo, reduce a conceptos lógico–matemáticos.
Esta teoría precisa las condiciones formales que ha de cumplir un lenguaje para contener la definición de verdad como correspondencia. Define, pues, «verdad» respecto de un lenguaje. Según esta teoría, que mantiene los principios de la tradición clásica occidental, iniciada por Aristóteles, «verdadero» es una propiedad (metalingüística) de toda proposición que describa (en un lenguaje objeto) un hecho tal como éste es en el mundo real. «verdad», para Tarski, es una propiedad del enunciado, no de un hecho psicológico, como un juicio o una creencia y tiene, por lo mismo, un valor objetivo, no subjetivo.
Se llama «semántica» porque «verdad» o «verdadero» son términos semánticos, cuyo significado sólo puede explicarse mediante un metalenguaje; un metalenguaje puede relacionar expresiones lingüísticas con hechos, mientras que un lenguaje objeto sólo puede hablar de sus propias expresiones lingüísticas o de los hechos, pero no relacionar unas con otros, so pena de caer en antinomias y paradojas.
Tarski establece (por la llamada «convención T» o «equivalencia T» –Truth = verdad–) que una teoría de la verdad para un lenguaje L ha de poder formular el siguiente teorema: «X es una proposición verdadera en L si y sólo si p; donde p sea reemplazada por cualquier oración del lenguaje a que se refiere la palabra "verdadero" y X sea reemplazada por un "nombre" de esta oración».
Así, en el clásico ejemplo de Tarski «"La nieve es blanca" es verdadero en castellano si y sólo si la nieve es blanca», se enuncian todas las condiciones que nos permiten decir que el enunciado «La nieve es blanca» es verdadero: Hay lenguaje objeto ("La nieve es blanca"); del cual se dice en metalenguaje si es o no verdadero y en qué condiciones: «es verdadero en castellano si y sólo si la nieve es blanca».
Si llamamos X a "La nieve es blanca" (lenguaje objeto, que también podría ser, por ejemplo, en alemán, "Der Schnee ist weiss") y p, a su traducción al metalenguaje («la nieve es blanca») y añadiendo la conectiva «si y sólo si», también del metalenguaje, podemos escribir de forma generalizada: «X es verdadero si y sólo si p»; o bien, «X corresponde a los hechos si y sólo si p»; expresiones que describen formalmente las condiciones necesarias y suficientes para que P sea verdadero.
En el ejemplo, X es una expresión «mencionada», mientras que p es una expresión «usada».
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