A continuación incluimos leyendas de varias regiones de México. Hemos procurado que las versiones publicadas o inéditas se hayan recogido directamente de la tradición oral. Por esa razón, el lector encontrará al final de cada una el nombre del informante, el lugar de recolección y, en la mayoría de los casos, también su edad y profesión u oficio.
La referencia bibliográfica entre paréntesis indica la obra de donde fue tomada y en todos los casos se trata de obras que reúnen muchos más textos tanto de leyendas como de otros géneros por si al lector le interesa consultarlos.
Como se podrá apreciar, el lenguaje empleado en las siguientes versiones es sencillo, casi coloquial, y las características corresponden a las que hemos señalado como rasgos de las leyendas de tradición oral. En algunos ejemplos, las versiones fueron contadas en lengua indígena y traducidas por los recolectores o por los mismos informantes en caso de ser bilingües. Al tratarse de versiones publicadas por distintos investigadores no siempre coinciden los criterios de transcripción y edición (acentuación, puntuación, etc); es decir, en algunos casos las transcripciones son completamente literales incluyendo apócopes como “pa’”, en lugar de “para”; “tons”, en lugar de “entonces”, pausas, titubeos y muletillas de los informantes y, en otros casos, los investigadores han optado por escribir el vocablo completo y omitir ese tipo de expresiones al considerarlas ajenas al texto o versión transmitida. En todos los casos hemos respetado los criterios de edición establecidos por los investigadores, de ahí que no sean uniformes. Asimismo, se han respetado los títulos de las versiones tal y como quedaron consignados por los investigadores.
Se trata de un breve corpus de leyendas ordenado de acuerdo con los temas o personajes que tratan y que da cuenta de algunos de los motivos recurrentes en los acervos de leyendas del país. Seguramente, el lector hallará versiones muy similares a las que conozca o haya escuchado en su lugar de origen.
Índice del corpus
7.1 El Tentzon y La Malinche (Puebla)
7.2 El Cerro Celoso (Oaxaca)
7.3 El Cerro El temeroso (Coahuila)
7.4 Los guardianes del pueblo (Oaxaca)
7.5 Sobre el padre y la madre del maíz (Oaxaca)
7.6 El origen de los barrios (Tlaxcala)
7.7 La X-Tabay (Yucatán)
7.8 La muchacha que se volvió sirena (Michoacán)
7.9 Le gustaban los hombres (Michoacán)
7.10 La linterna (San Luis Potosí)
7.11 La Llorona (Nuevo León)
7.12 El tesoro de la iglesia de Bernalejo (San Luis Potosí)
7.13 El Cerro de la campana (Guanajuato)
7.14 El minero de Sombrerete (Zacatecas)
7.15 El cazador de venados (Sonora)
7.16 Leyenda del indio de Nuyoo (Oaxaca)
7.17 La bruja y el nahual (San Luis Potosí)
7.18 La familia que mortificaban los duendes (Veracruz)
7.19 La mujer que bailó con el diablo (San Luis Potosí)
7.20 El carretero, los muertos y los moribundos (Michoacán)
7.21 Imagen patronal del Santuario de Jesús Nazareno (Morelos)
7.22 Tiene un caballo blanco, tiene su espada, todo tiene el del caballo (Durango)
El Tentzon y La Malinche
También hay otra historia del Tentzon. Se enamoró de la Malinche, se enamoró de la Malinche. Entonces el Tentzon era una especie de volcán. Entonces se enamoró, [la Malinche] dijo:
—Sí te acepto, me caso contigo, pero vamos a hacer un trato, dice. Se va a formar unas nubes de la Malinche y va a caer una tromba, un aguacero. Si logras atajar el caudal de agua, si logras atajarlo, pues me caso contigo. ¿Ve que por acá hay puro arenal? entonces dice:
—Si lo atajas todo esto va a ser arenal, eso.
Entonces el Tentzon dijo que sí, aceptó, pero cuando empezó a llover, trombas, mangas de agua, el Tentzon se aventó para atajar el caudal y todo eso, pero no lo logró atajar, porque se pasó por Molcaxac una parte del cerro, y no lo logró atajar, no se llevó acabo el matrimonio entre el Tentzon y la Malinche.
Por eso, porque no atajó el caudal, todo eso, hay una parte, hay pura piedra, porque toda la arena que trae el caudal se lo llevó. Si lograba atajarla se estancaba toda el agua y la arena quedaría. Habría terrenos más fértiles, arenosos.
Alfonso Arrioja Méndez, 55 años. Atoyatempan, Puebla.[35]
El Cerro Celoso
En tiempos antiguos toda la cañada de Cuicatlán, hasta arriba de los cerros, estaba quemándose; pidieron las gentes auxilio para apagar la lumbre con agua, pidieron auxilio de todos los cerros, pero especialmente del cerro Rabón. Todos estos cerros empezaron a dejar caer agua y lluvia, pero al principio empezaron con rayos y truenos, pero sucedió que el agua no llegó más delante de Coyula y Cuyamecalco, así se quedó por algunos días. El cerro que está enfrente del pueblo, se puso celoso porque no le pidieron auxilio. Después de algunos días, otra vez pidieron a estos cerros de Cuicatlán auxilio y así pasó que este cerro de Chiquihuitlán resolvió dar auxilio y se preparó a mandar grandes nubes de acá hacia el zacatal grande-este zacatal está en la jurisdicción de Lorenzo Pápalo–allá dejó caer mucha agua y con ésta se apagó la lumbre en la cañada.
De esta manera, este cerro tomó el nombre de Cerro Celoso. A consecuencia del fuego todos los cerros alrededor del Cuicatlán tienen color colorado.
Isidro Hilario, Chiquihuitlán, Oaxaca.[36]
El Cerro El temeroso
Toda la gente de por acá cuenta que, ya más cerca de Zacatecas, donde no hay casi nada, nomás mezquites, hay un cerro, no muy grande, que tiene una cueva. Al cerro le llaman El Temeroso, porque por ahí huyó uno de la guerra de antes de la Revolución. Y como iba en su caballo, se encerró en la cueva para esconderse, pero ya nunca pudo salir, porque allí también había un dinero escondido que lo tentó. Y mientras guardaba el tesoro, se deslavó el cerro y se cerró la cueva. Entonces, por eso dicen que el cerro tiene esa forma saliente en forma de caballo porque el animal se quiso salir pero ya no le dio tiempo. Y la gente se ha juntado muchas veces para ir a sacar el dinero, pero cada vez que se acercan, hay como una luz que no los deja pasar. Unos dicen que es lo que relumbra del oro que hay guardado. Y nadie ha podido encontrar bien la cueva porque pasan cosas muy raras por ahí: se oyen voces y gemidos, y dicen que las ánimas del caballo y del soldado andan sueltas ahí. Y todo esto es verdad, porque lo cuentan desde nuestros abuelos o desde más antes.
David Herrera López, 68 años, campesino. San Francisco, Saltillo, Coahuila.[37]
Los guardianes del pueblo
Dicen que la gente de la raya es gente ordinaria como nosotros que cuida la entrada [del pueblo] para que no entre veneno a Ojitlán, pero también existen guardias invisibles que usan el rayo.
Una vez vino una canoa de Tuxtepec que tenía veneno escondido abajo del nivel del agua. Cuando llegó a la raya vino un rayo fuerte que hizo pedazos a la canoa y a la gente.
Miguel Dublán, campesino, Ojitlán, Oaxaca.[38]
Sobre el padre y la madre del maíz
En los llanos de Ozumacín había una gran laguna, los ancianos decían que en esta laguna estaban el padre y la madre del maíz y también del algodón. Por eso no querían bañarse en este lugar, porque había aire y rayo. Solamente divisaban desde lejos esta laguna.
La laguna se secó en el tiempo de cuando las fincas se pusieron por estas partes y entonces el padre y la madre del maíz y del algodón se fueron a Jocotepec y ahí se encuentran ahora, allá tienen mucho maíz y mucho algodón.
Victoriano Marín, Ozumacín, Ayotzintepec, Oaxaca.[39]
El origen de los barrios
Se cuenta que los primeros pobladores de San Francisco vinieron del oriente, llegando primero al pico de la Malinche, como allí hacía mucho frío bajaron hasta el montecito que se llama “Chiche de la Malinche”, después bajaron hasta el sitio que se llama Lugar de Leones. Tiempo después bajaron más y llegaron hasta lo que ahora es el pueblo y se dividieron el lugar en tres partes, que en la actualidad son los tres barrios, en cada parte quedaron personas de diferentes apellidos, la parte de arriba se llamó Majtlacuahuajcan porque allí se encontraron diez encinos (“Lugar de diez encinos”). El central se llamó Xolalpan porque allí había muchas veredas (“Lugar de veredas”). Y el de abajo Aquiáhuac porque allí había agua (“Agua que está encima”).
Cuando vinieron los españoles los encontraron venerando a un dios que era negro, lo quitaron y les pusieron en su lugar a San Benito, para que no lo desconocieran, pero la gente no lo quería y le pegaba. Esto enojó mucho a San Benito y decidió irse. En su camino se encontró a San Francisco, quien le dijo que lo habían mandado para el pueblo. A este santo sí lo aceptaron, todos lo quisieron y retiraron a su demonio.
Le hicieron a San Francisco una cuevita en el barrio del centro (Xolalpan), después llegaron los franciscanos y comenzaron a construir la iglesia en el mismo sitio donde ahora se encuentra y desde entonces el pueblo se llamó San Francisco.
Evaristo Rodríguez, 65 años. San Francisco Tetlanohca, Tlaxcala.[40]
La X-Tabay
Otro te voy a contar ahora mismo; se ha quedado como cuento porque en esta raza en que estamos pasó y yo lo creo, y se lo creí a mi abuelo, al papá de mi mamá. A ellos les pasó. En aquellas épocas, sucedieron muchos casos: unos que se ven y otros que no se ven. A esos es a los que llaman brujo o X-Tabay. La X-Tabay, amigos míos, existió. Muchos dicen que la mata que se vuelve X-Tabay es la ceiba. La ceiba es verde, así es su madera. Su dueño es la X-Tabay. Lo que ven es la X-Tabay. […] Yo personalmente, cara a cara, nunca la he visto, pero creo que sí existió porque el papá de mi mamá me lo tiene contado.
En aquella época cuando andaban de serenata, eran como cinco [antes se decía salir a tunar y ahora de serenata]. Una vez, cuando les sucedió este caso, estaban allí en la plaza. En aquel barrio que le dicen “La Mejorada”. Ellos estaban tomando agua mala, eso que corrompe a uno; es lo que dicen ron pero del corriente, agua que es puro alcohol. […] Pues salieron a tunar o lo que decimos nosotros serenata. Fueron allá a ese barrio que no está muy limpio, era un barrio sucio, lóbrego. Cuando llegaron allá se pararon en la esquina del barrio; oyeron que estaba llorando una cosita allá entre las hierbas. Dijo uno de ellos, don Antonio Castro que era muy largo pues medía como dos metros y medio; era un gran cristiano. Llegó y abrazó a esa cosita que está llorando. Lo abrazó y el niño no traía ni ropa; eran las doce de la noche o la una de la madrugada. Entonces se quitó la chamarra; ahora hay muy pocas personas que usan chamarra, antes sólo se usaba chamarra. Se quitó su prenda Antonio Castro y envolvió al niño.
Avanzaron y dentro de la población; ni los compañeros ni el que lo tenía abrazado se daban cuenta de nada: estaban todos borrachos. Piensan que lo que traen es un niño y no se dan cuenta que está creciendo, pues al encontrarlo lo abrazaron sin más ni más y siguieron andando y tunando por las calles. Don Antonio lo agarró a horcajadas como le habían enseñado pero ya se estaba fastidiando. Sus compañeros no se daban cuenta de lo que sucedía. Tampoco él, que llevaba la cosita, se dio cuenta. Cuando sintió que ya pesaba mucho, el que lo traía a horcajadas se lo cargó a la espalda. De pronto…sintió que la cosita ya estaba arrastrando la punta de los pies…¡estaba rozando sus talones!
Empezaron entonces a gritarle a mi abuelo; regresaron todos y vieron cómo tenía agarrado por el pescuezo a don Antonio…y se lo estaba llevando a un hoyo. Era ese niño que ya no era tal niño; no era una cosita. Era la X-Tabay…y se lo estaba llevando.
Existió la X-Tabay hace mucho tiempo, ustedes deben haberlo oído contar. Yo lo creí porque mi abuelo me lo contó. Pero si uno de nosotros lo cuenta ahora nadie se lo cree; dicen que es pura abusión, que son inventos del cerebro. No es cierto, mis congéneres. Lo cierto es que existió y por eso se lo estoy contando; es una cosa cierta. Lo que yo les cuento a ustedes son historias de hace mucho tiempo. Ahora, como ya contaron todo, se gastó la paciencia, se gastó nuestra creencia. Ya no vamos a ver casi nada y todavía nos estamos quejando. Ya es muy tarde para ir a quejarse…a la persona que nos dio vida. Eso les quería decir. [Contada en maya-yucateco traducida por el recopilador.]
Juan Gualberto Dzib “Uxul”, 60 años, escultor artesano,Ticul,
Yucatán.[41]
La muchacha que se volvió sirena
Una vez, esta era una muchacha con sus papás, ese es una… que no la dejaban salir a ninguna parte. Que, este, que ni… ¿No ve que en Semana Santa no dejan a uno que haga travesuras, que se vaya a bañar?
Que le decían:
—Hija, mira que el jueves santo, el viernes santo no es día de que se ande uno ahogando, que se ande metiendo al agua, porque si se meten al agua los castiga, los vuelve animal o los vuelve otra cosa. Y si se meten al agua se van a volver pescados, o un animal, pues, con cola de pescado.
No, pus que la muchacha... Ya ve uno, pues, que si le dicen “no hagas aquello”, y uno lo hace porque no sabe. Y esta, dicen que no, pues, entendió. Que dijo:
—¡Ah, yo sí me voy al agua! Me voy a bañar.
Y que se metió a bañar. Y que, este, se volvió, pues, pescado.
O sea, la cola nada más. Los pies se unieron así como la cola, pues, y de aquí pa arriba ella es mujer. Es una mujer. Y entonces ella no creyó, y entonces eso le pasó por desobedecer. Y dicen que es la muchacha que anda, pues, en el agua. Y sí, pues.
María Teresa Melchor Moya, 72 años, artesana.[42]
Le gustaban los hombres
Porque ya decían que sí era cierto que la sirena, por eso se ahogaban los muchachos, porque la laguna era mujer. Era mujer y a la mujer le gustaban, le gustaban los hombres. Y ya decían, ya decían con tiempo, de que cuando ya la sirena quería un ahogao, aquí ya se echaba de ver, cuando quería eso. Porque entons, el lago no estaba así como está: el lago se dejaba venir con unos olones muy fuertes, fuertes los olones. Se golpeaban los caderones y chapaleaban las, el agua. Pero que bajaban tan fuertes las olas, que bajaban. Y decía mi papá, mi papá murió como de unos ochenta y ocho años, y decía:
—Es que el lago, dice, le hace así porque ya quiere ahogado.
Y sí. Áhi nomás, este, estaba la laguna así y áhi nomás de que había ahogao. Había ahogao y ya se silenciaba. Silencito, silencito el lago.
Por eso ya nosotros empezamos a creer en que sí es encanto la laguna. Es un encanto, es un encanto. Ojo de mar, dicen que es ojo de mar, pero yo creo que es encanto. El agua es nacida de aquí, nacida porque hay ojos de aguas, hay veneros donde está naciendo el agua. Está naciendo el agua y está entrando el agua a la laguna.
Salud Padilla Saucedo, 68 años, comerciante.
Zirahuén, Michoacán.[43]
La linterna
Aquella linterna de la que hablan es en realidad el espíritu de un antiguo trabajador de la hacienda. Era el velador de las milpas y era muy conocido porque era un hombre recio y honesto que hacía todo para mantener seguros los terrenos de sus patrones. La gente lo tenía como un mal hombre, porque cazaba a los ladrones que entraban a las milpas para robar el maíz o los chiles.
En ese tiempo había mucha pobreza y estos hombres se veían en la necesidad de robar de la hacienda, pero el velador no comprendía su desgracia y los perseguía para llevarlos a la cárcel. Aún después de su muerte, seguía apareciéndose para cuidar de los terrenos. La gente le agarró miedo pero su figura se convirtió en una leyenda de este pueblo. Muchos que suelen cruzar cerca de la hacienda por las noches, juran ver una linterna aparecer de la nada y luego esfumarse en la oscuridad, pero no es más que el mismo velador.
María del Carmen Hernández Torres, 82 años, campesina.
Bledos, Villa de Reyes, San Luis Potosí.[44]
La Llorona
Siempre, en los tiempos de agua, desde que éramos chiquillos nuevos oímos a la Llorona. Apenas empieza a venir agua en la acequia, viene la mujer ésta. Porque cuando ella vivía nunca quiso criar a sus hijos porque le iban a estorbar para su trabajo con los señores, entonces ella los echaba al agua. Y mucho tiempo después, quería a sus hijos pero ya no pudo tenerlos. Y, entonces, se volvió una serpiente del agua y tiene la mitad de arriba de mujer y para abajo de víbora de agua. Ella aprovecha cuando el agua corre por la acequia y por el río para ir buscando a sus hijos y los va llorando todo el camino.
Algunas personas creen que se aparece, pero no. Cuando el agua no corre, ella se recoge en la presa para luego salir. Y por eso, cuando es tiempo de aguas uno la puede oír llorando bien clarito.
Una vez que yo fui a recoger unos caballos rumbo a la presa, apenas estaba amaneciendo y me arrimé bastante; casi hasta la orilla de la compuerta y, de repente, oí su llorido y cuando volteé, la vi en la orilla del agua, hacia la compuerta. Yo creo que iba a salir porque cuando regresaba para acá con los caballos, empezó a llover.
José Guadalupe Lara Hernández, 68 años, campesino,
San Francisco de los Blanco, Galeana, Nuevo León.[45]
El tesoro de la iglesia de Bernalejo
En la fiesta de la semana mayor de semana santa, se abre una iglesia en el Bernalejo, se dice que este templo aparece durante los tres días de las fiestas y que adentro está lleno de barras de oro. Un señor tuvo la suerte de encontrar aquella iglesia, entró y anduvo alrededor observando todas las riquezas que se guardaba dentro. Para él las horas transcurrieron de forma normal, no notaba que iba oscureciendo.
Cuando intentó salir descubrió que las puertas estaban cerradas y como el edificio estaba vacío, no hubo nadie que lo ayudara a salir. Tuvo que aguardar hasta el amanecer. Cuando salió el sol, este señor por fin pudo salir. Buscó a los burros que había traído con él para cargar leña, pero buscó, y buscó, y no pudo encontrarlos, así que pensando que alguien se los abría robado regresó al pueblo.
Allí preguntó por los burros y la gente, sorprendida, le dijo que no sabían nada sobre éstos, pero lo que más les causaba admiración es que el señor juraba que hacía sólo un día que había dejado a sus burros afuera de la iglesia del Bernalejo, cuando la gente le aseguraba que de eso había transcurrido un año, tiempo en el que nadie le volvió a ver.
José Reyes Martínez Ortiz, 78 años, ganadero,
Jesús María, Villa de Reyes, San Luis Potosí.[46]
El Cerro de las campanas
Hay una parte, aquí, por este rumbo como a unos cinco kilómetros en que hay un cerro. Dicen que en ese cerro está una iglesia encantada. Que una iglesia encantada. Siempre los mismos comentarios de la gente que vivía de más antes y vivían en el campo, esa gente vivía en el campo, su trabajo era cuidar su ganado en el campo por parte de los patrones de la hacienda y se comenta que en tiempos de semana santa se oye una campana que suena muy finita, de material muy fino. Decían ellos que el sonido era como de plata, la gente que a lo mejor conoció las monedas de plata originales, cómo sonaban. Y contaban, entre ellos, que un señor un jueves santo andaba él vigilando, era el vigilante de los linderos, de lo que tiene cada quién. Entonces, que iba vigilando cuando oyó que sonaba, sonó la campana, y volteó a ver allá a ver al pie del cerro. Dice que vio la iglesia y se metió; que estaban celebrando misa y que él se metió. Se metió y estaba celebrando un padre misa y que era muy poca gente. Nada más lo que había en los lados era montones de dinero en las paredes y abajo en el piso. Y había dos soldados nada más. Y luego dice que ya cuando se acabó la misa, no dice que se salió el señor pa’ afuera. Y entonces que dijo: “no pues aquí hay mucho dinero”. Entonces, en aquel tiempo la gente usaba casi todo el tiempo su cobija, su gabán, que en ese tiempo que era lo que se usaba y que agarró un puño de dinero de un montón y lo echó en su cobija que traía cobijado porque era muy temprano. Cuando iba a salir pa’ fuera. Cuando iba a salir a la puerta se iban cerrando pero que ya entonces iban las rocas en lugar de la puerta en la que entró, eran unas rocas que se iban cerrándose que uno de los soldados que le dijo:
—Te lo llevas todo o nada.
Se regresó y lo vació. Dice que se fue caminando. Caminó como unos quince pasos, y dice, cuando volteó para atrás para ver dónde estaba la puerta. ¡Cuál puerta! ya estaba de vuelta el cerro igual. Ya no se notaba. Y comentaban esos señores que cada año se oía la campana, la campana los jueves santos se oía que sonaba. Es lo que se comentaba que posiblemente era una iglesia encantada. Pero, el por qué sería, ha habido más entendimiento, más conocimiento, no.
José Luis Roque Lucio, 57 años, campesino,
San Pedro Almoloyán, San Felipe, Guanajuato.[47]
El minero de Sombrerete
Eran dos mineros que iban hacia la salida de la mina de Sombrerete. Iban caminando cuando de repente, algo jaló hacia atrás a su compañero y no podía seguir caminando. El siguió caminando, pero luego de unos pasos decidió regresar a ayudar a su compañero; pero fue demasiado tarde: se lo había tragado la mina.
Dicen que esto sucede cada cierto tiempo y que son los espíritus de los que antes vivían bajo tierra que están molestos porque los hombres hicimos hoyos en sus territorios.
El otro minero que sí vivió tuvo que dejar de trabajar en la mina porque nunca se recuperó del susto y quedó medio mal. Ha pasado otras veces, pero no sabemos cuándo va a volver a repetirse.
Juan Mendoza, 51 años y José Hernández, 56 años, mineros, Jerez, Zacatecas.[48]
El cazador de venados
El cuento se trata de un cazador de venados que cada vez que salía al monte estaba muy seguro de que iba a traer un venado muerto. Pero casi todos los días iba a cazar y se le hizo como un vicio para él, no respetaba ni machos, ni hembras. Y el problema es que estaba acabando con los venados que había en el monte. Y pero, según lo que cuenta la historia, y al hombre le salió un venado muy grande, negro; pero no hay venados negros, hay puros venados grises y pintitos. Y el venado ese tenía los ojos colorados, no los tenía verdes como son los ojos del venado; los ojos de los venados son verdes. Pero ese venado era negro con ojos colorados. El cazador de venados ese estaba seguro que lo iba a matar, porque cada vez que iba al monte y estaba seguro que traía un venado para su casa. Y todos los días iba. Pero resulta que a ese venado le estuvo tirando balazos y más balazos y nunca le pegó. Y el venado se llegó con él, el venado lo mató a él a la orilla de la montaña, de un cerro. Y resulta que ese venado, al que el señor quería matar, era una persona que tiempo antes también iba mucho a cacería. Y la madre naturaleza, por haber estado matando muchos venados, lo embrujó y a él lo convirtió en venado. Y esa fue una maldición que le cayó a él por haber matado tantos venados. Por eso tenía el cuerpo de venado pero no el color del venado, sino con la misma ropa negra con la que iba y cazaba. Se le quedó pegada al cuerpo la ropa negra para que en el monte no se mirara él. Si hubiera sido con ropa de otro color, los venados lo iban a mirar y obviamente que se iban a asustar y iban a correr. Y esa ropa negra que traía para ir de cacería, ésa se le quedó pegada. Y anda en el monte vagando con el cuerpo del animal, pues. La gente por lo regular tiene los ojos negros pero cuando quiere cometer una maldad siempre se ponen colorados y eso fue lo que le quedó en el cuerpo, al señor ese. Y a este venado era el que quería matar el señor este, pero nunca lo mató porque era una persona con cuerpo de venado.
Gregorio “Goyo” Flores, adulto, danzante, Vícam, Sonora.[49]
Leyenda del indio de Nuyoo
Decían que ese señor nació en Yucunino, pero no se sabe cómo. Cuando se casó se vino a Nuyoo, donde el cura le robó a su mujer, y entonces dijo: Se fue con mi mujer pero voy en busca de él porque lo voy a matar.
No se sabe si antes de irse ya había estado en la cárcel o de regreso porque estaba en un grupo de naguales, que eran diez. Ellos planeaban su trabajo y salían a la punta de las peñas del cerro o de una cueva para fumar porque con que fumaran se juntaban las nubes y llovía y sembraban. Tenían su milpa y todo. La demás gente no tenía preparado su terreno, entonces no tenían milpa y se morían de hambre. Pero ellos no, porque como eran naguales, sabían lo que hacían. Entonces la demás gente se unió y se quejó de ellos. Fueron hasta Oaxaca y metieron a los naguales a la cárcel. Éstos dijeron: “Vamos a ver quién se muere primero: nosotros que estamos en la cárcel o los que se pusieron en nuestra contra”. Entonces se empezaron a secar los pozos y los manantiales donde las personas tomaban agua: Por ello, la gente dijo: “No vamos a aguantar; si van a sacar toda el agua, nos vamos a morir”.
Entonces, ellos mismos lucharon para que los naguales salieran de la cárcel, pero no se sabe si regresaron todos o se murieron algunos. Remigio regresó con la esperanza de encontrar al cura que se había robado a su mujer para matarlo. Se fue a Yanhuitlán y de ahí siguió a la guerra [de la Independencia], hacia Huajuapan.
Por su astucia, el coronel Trujano lo mando a buscar a Morelos. Pensando en que Huajuapan está lejos de Cuautla, se cree que él se convertía en culebra, en venado, en varios animales; por lo tanto, fue capaz de avisarle a Morelos. Por eso fue que Morelos se enteró del sitio de Huajuapan y llegó a romperlo el 23 de julio. Hasta ahí es donde yo llego a comentar.
Ernesto Pérez López, 72 años, maestro jubilado, Santiago Nuyoo, Tlaxiaco, Oaxaca.[50]
La bruja y el nahual
Por aquí donde está el molino viejo, dicen que es muy peligroso pasar en las noches que cambian las estaciones porque quedan, todavía, las ánimas de una bruja y un nahual que se pelearon hace mucho tiempo. En el tiempo que todavía no había ni el molino viejo sino que era como un almacén de una hacienda más antigua.
Cuentan que una vez esos dos animales se pelearon tanto que la bruja acabó por comerse al nahual y, desde entonces, por aquí las brujas hacen más daño porque uno no las reconoce pues se pueden transformar en nahual y en mujer y nomás se le dejan venir a uno encima y no da tiempo de decir nada.
A mi bisabuelo le sucedió, eso me decía mi abuela porque ella lo vio: su papá iba caminando y ella había salido a esperarlo a la puerta y lo vio de lejos que ya venía y en eso, pasó una señora que lo saludó muy amable y que siguió caminando y de pronto oyó unos ruidos y vio cómo su papá que ya venía se estaba retorciendo en el piso como peleando con algo y cuando se quedó tirado, salió corriendo como un coyote que es el nahual, pero decía mi abuela que todos eran la misma bruja.
Y ha habido otros casos, por eso hicieron el molino nuevo porque nadie quería venir hasta acá al amanecer cuando todavía está oscuro.
Juana López Murguía, 59 años, molinera, Cedral, San Luis Potosí.[51]
La familia que mortificaban los duendes
Voy a narrarle otro caso de aquí de Coatepec, de duendes.
Había una… había una familia que la mortificaban los duendes. El joven ya era hombre y le gustaba siempre dormir con sus cosas debajo de la almohada, sea una pistola, sea un peine, lo que, lo que fuera. Y le sacaban las cosas de debajo de la almohada y el otro día buscaba y no aparecía nada. Buscaba allá afuera y allí estaban, o en un rincón.
Y así pasó mucho tiempo hasta que un día les dice el … el muchacho:
—Bueno, dice. —¿Qué cosa es? Aquí me esconden las cosas.
Y empezaron a buscar y no, pos, no vía motivo por qué. Hasta que un día se cansaron de tanto mortificarlos y entonces decidieron dejar su casa. Se cambiaron a otro lado y empezaron a acarrear sus cosas y la mamá le dice a la chamaca: —¡Oye! ¿Y la escoba, te la trajiste?
Y entonces le contestan: —Aquí la llevo.
Y eran los duendes.
Consuelo Olmos de Martín, 50 años, ama de casa, Coatepec,
Veracruz.[52]
La mujer que bailó con el diablo
Cuentan que por donde está la bomba de agua vieja, ahí en el centro, vivó una señora que de joven fue muy hermosa y que un día hubo un baile pues seguido se hacían bailes y esta joven que era muy coqueta con los hombres y que sabía que era muy bella y que se fijaban en ella, fue al baile porque no se perdía ninguno –y mi abuelita tampoco; ella también estuvo en el baile y lo cuenta. Ella, la joven, tenía su pretendiente que era uno de los jóvenes más guapos de por aquí pero ella era muy vanidosa. Y al baile aquel entró, de repente, un joven que nadie conocía. Dicen que no tenía comparación de guapo y de lo caballero que era.
Pues a esta mujer le llamó la atención y, por asegurarla con él, desairó a su novio. Entonces, él la sacó a bailar y dicen que era de admiración cómo bailaba esa hermosa pareja. Pero cuando terminó la pieza ella dijo que toda la noche quería bailar con él y dejó a las otras muchachas sin oportunidad de acercarse al desconocido y anduvo baile y baile hasta que empezó a sentir mucho calor y como que giraban muy rápido en las vueltas y, de pronto, ella cayó al piso, pero ya no estaba el muchacho; sólo ella tirada. Entonces fueron a ver qué tenía y estaba desmayada. Pero en la espalda tenía el dibujo de las manos de él en una quemada muy fuerte y en sus ojos se le quedó un brillo como rojo que hacía que ya no se viera tan bonita. Y así se quedó; quemada y con los ojos raros porque el joven ése era el diablo que se la había querido llevar.
Josefina Coronado, 47 años, ama de casa, Matehuala, San Luis
Potosí.[53]
El carretero, los muertos y los moribundos
Lo que yo les voy a contar es la leyenda de la Calle Espejo, es una calle céntrica de la ciudad de Pátzcuaro. Dicen que en la época de la colonia azotó a Pátzcuaro una epidemia que fue el cólera entonces muchas personas se estaban muriendo ahí en el centro de Pátzcuaro por el cólera y dice la leyenda que pues la gente ya se veía azolada que ya no quería salir de sus casas que estaba todo muy triste muy oscuro. Muchas personas estaban enfermando y muriendo del cólera y contrataron a un vecino de ahí del centro de Pátzcuaro que tenía una carreta, pero el vecino era muy tomador, y le decían: —Bueno, tienes que llevar a los enfermos a cierto lugar para que los curen y a los muertos los tienes que llevar al camposanto para que los entierren en fosas comunes.
Y así lo hizo él, siempre su recorrido era por la Calle del Espejo recogiendo moribundos y recogiendo muertos pero cuando se emborrachaba iba por la Calle del Espejo y recogía a los moribundos y a los muertos en la misma carreta o sea mezclados los enfermos con los muertos y, de repente, pues ya no sabía qué hacer: quién estaba muerto y quién estaba enfermo y se salía hacia la Calle Real, que le llaman, y tiraba a los muertos y a los enfermos a una barranca y nunca informaba de cómo estaba haciendo su trabajo. Entonces, se dice que los muertos y los enfermos que murieron en la barranca llegaron un día por él. Entonces ahí por la Calle del Espejo se empezaba a sonar la carreta y a los pocos meses murió el carretero y dicen que por la Calle Espejo se sigue escuchando la carreta de esos tiempos de cuando transportaban a los enfermos y a los muertos del cólera y que si una persona de esa Calle del Espejo escucha la carreta, a los tres días fallece eso es lo que dicen de la Calle Espejo.
Leticia Cervantes Naranjo, maestra, Zacán, Michoacán.[54]
Imagen patronal del Santuario de Jesús Nazareno
La historia podría comenzar así: los habitantes del pueblo de Tepalcingo mandaron a hacer la imagen con un escultor al estado de Puebla, por el año de mil ochocientos…, de pasta de harina de la caña de maíz; y los pobladores de Tlacualpicán, Puebla, por ese mismo tiempo, igual mandaron a hacer una imagen de figura pero sólo fue de madera. En cuanto estas están terminadas, las dos imágenes, los pobladores de Tlacualpicán, al ver la imagen de caña de maíz, les gustó mucho más y le dijeron al escultor que se las diera a ellos aunque pagaran más; el escultor aceptó, pero la imagen de caña se puso muy pesada y los del pueblo de Tlacualpicán llevaban veinte personas y ni con las veinte personas pudieron moverla. Más tarde llegaron los de Tepalcingo, ellos nomás eran tres personas y como ya la habían pagado, la imagen, llegaron y le dijeron al escultor, le dijeron que se las diera, pues, y el escultor pus no tuvo de otra manera que dársela porque no pudo dársela a los otros, y se trajeron a la imagen y desde ese tiempo es venerada la imagen por millones de peregrinos cada que es la fiesta patronal, en la segunda semana de cuaresma.
Alejandro Acevedo, 36 años, Tepalcingo, Morelos.[55]
Tiene un caballo blanco, tiene su espada, todo tiene el del caballo
El general Ortiz (del lado del gobierno) era muy asesino. En Chachamoles, enfrente San Bernardino de Milpillas, [los cristeros] tuvieron un combate muy grande; ahí donde pelearon se llama Chachamoles, ahí acabaron el 40 batallón, pero lo acabaron porque les ayudaron, ¿quién?: el del caballo blanco, santo Santiago, ese fue el que les ayudó.
Ahí dicen que se les aparecía un señor en un caballo blanco; se les arrimaba y traía una espada, se les arrimaba al caballo y les tiraba un cuchillazo, les mochaba la cabeza. ¿Usted cree que se le iban a arrimar? Ya después los otros, no. Allí pelearon y allí les ayudó santo Santiago.
Y en el Cerro de las Papas, que está en Teneraca, vamos a suponer la torre, arriba allí les pusieron una emboscada los cristeros: que uno era Federico Vázquez, mi tocayo, y otro era Trinidá Mora, de los cabecillas que encabezaban la guerra, y lo ganaron. Quedó el tiradero de cristianos,como cuando se’hogan 50 borregos, que quedan ahí tirados, así quedó. Y también, ¿quién les ayudó? El del caballo blanco. Tiene un caballo blanco, tiene su espada, todo tiene el del caballo.
Federico Bernadac, Bayacora, Durango.[56]
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