#UnDíaComoHoy pero de 1789, nace Leona Vicario en la Ciudad de México. Apoyó la causa insurgente y fue esposa del abogado Andrés Quintana Roo.
Amante de las letras y la lectura, trabajó en distintos periódicos y, a través de una comunicación en clave, publicó información para los insurgentes
Acusada de conspiradora estuvo presa y escapó; acompañó a las tropas de Morelos y en plena campaña dio a luz a su primera hija, dentro de una cueva
En 1925 fueron exhumados los restos de Leona Vicario de la Rotonda de las Personas Ilustres, en el Panteón Civil de Dolores, para ser trasladados a la Columna de la Independencia, junto con las reliquias de otros 13 héroes de la gesta libertaria de 1810, durante la que fue la primera ceremonia cívica del 16 de septiembre, en la gestión del presidente Plutarco Elías Calles.
Los restos de Leona Vicario se guardaron en una caja nueva de madera negra, en extremo sencilla, y se colocaron en el nicho norte —orientado a la calle Río Tíber—, en el mausoleo de los héroes patrios.
Declarada “Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria”, Vicario es la única mujer en México a quien se le han rendido funerales de Estado, también es considerada la primera periodista del país.
Hacia finales de la década de 1920 se le conocía como
“La mujer fuerte de la Independencia”.
Nació el 10 de abril de 1789 en la Ciudad de México. Su testamento lo hizo a unos días de cumplir 50 años de edad.
En él declaraba estar sana pero su cuerpo ya resentía las largas peregrinaciones, el hambre, la desnudez y desdichas sin cuento padecidas durante los años de guerra, escribe la historiadora Carmen Saucedo Zarco, en el Tomo I del libro Los restos de los héroes en el Monumento a la Independencia (INAH-INEHRM 2012).
Y es que la prócer, siendo hija de una criolla y un comerciante español de clase acomodada, acompañó a las tropas de José María Morelos en la Guerra de Independencia, sufriendo carencias y sorteando peligros.
En los primeros años del estallido armado, desde la capital del virreinato se dedicó a informar a los insurgentes de todos los movimientos que podían interesarles y que ocurrían en la capital, y ayudó con sus bienes a la causa libertaria.
Educada en las letras, las artes y la música, y entusiasmada por la lectura y la escritura, la insurgente laboró en los periódicos El Ilustrador Americano (1812-1813) y el Semanario Patriótico Americano (1812-1813) y, posteriormente, en El Federalista. Leona Vicario enviaba información sobre los movimientos políticos y militares ocurridos en la capital, estableciendo una comunicación en clave mediante informes publicados en el Ilustrador Americano.
Y cuando participó en el frente de batalla, también continuó difundiendo noticias de lo que presenciaba.
Los padres de Leona murieron cuando ella tenía 18 años, entonces quedó al cuidado de un tío, el abogado Agustín Pomposo Fernández de San Salvador, quien también fue su albacea.
Muy joven comenzó a ayudarle en su despacho, donde conoció a Andrés Quintana Roo, un estudiante de leyes, pero el tío no les dio autorización de casarse porque el muchacho era de clase social más baja.
Al estallar la Guerra de Independencia, Leona Vicario decidió apoyar la insurgencia, y en mayo de 1813 se le descubre como conspiradora.
Sus bienes fueron confiscados y a ella se le aprisionó en el convento de Belén de las Mochas, de donde logró escapar ayudada por dos correligionarios, quienes la sacaron de su reclusión disfrazada y sobre un asno. Luego de su escape, se casó con Andrés Quintana Roo y continuaron juntos al servicio de la insurgencia.
En plena campaña militar, dio a luz a dos hijas, Genoveva, la primera de ellas, nació en una cueva, porque la pareja se la pasaba huyendo.
Aunque fue de los insurgentes que vieron consumada la Independencia, muchos años sufrió las ingratitudes del gobierno.
Un esqueleto delicado y frágil
Fue el miércoles 2 de junio de 2010, a las 10:44 de la mañana, cuando los especialistas en antropología física y restauradores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en presencia del notario 190 del Distrito Federal, David F. Dávila Gómez, abrieron la urna negra de Leona Vicario, y encontraron un esqueleto delicado y frágil, con un cráneo pequeño y bien formado, con cinco dientes.
Los huesos estaban completamente cubiertos de polvo y tierra, y muchos de ellos en mal estado de conservación; varias piezas óseas estaban tan adelgazadas que se levantaban en forma de escamas, se explica en el tomo II del libro citado.
La restauradora Luisa Mainou, quien realizó la restauración y conservación de las reliquias patrias, en 2010, con motivo del Bicentenario de la Independencia de México, explica que los restos de la “Madre de la Patria”, igual que los huesos cortos de Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez, son los que presentaron más deterioro de todos los restos que se resguardan en la Columna de la Independencia, mismos que también fueron inventariados, estudiados y conservados.
La fragilidad del esqueleto de la prócer era tan alta que requirió de la remineralización y bioconsolidación para fortalecerlo. Ya con la fuerza y estabilidad recuperada, los huesos de Leona Vicario fueron limpiados con sumo cuidado, hasta desprenderles el lodo y tierra adheridos por años. Mientras Luisa Mainou ejecutaba el trabajo, su colega Sara Fernández, quien formó parte del equipo de restauradores que conservaron las reliquias patrias, leía en voz alta fragmentos de pasajes históricos que referían la azarosa vida de la periodista insurgente.
Crepelina de seda para las manos de Vicario
Los delicados y pequeños huesos de las manos de Leona Vicario requirieron una protección extra: con crepelina de seda se hicieron unas guardas especiales para conservar cada una de las falanges, aquellas con las cuales disparaba la “artillería de sus letras”.
Leona Vicario murió el 21 de agosto de 1842, en su casa de la Ciudad de México. Sus restos descansaron primero en el Panteón de Santa Paula; el 28 de mayo de 1900 fueron trasladados, junto con los de su esposo Andrés Quintana Roo, a la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón Civil de Dolores, donde permanecieron hasta su traslado a la Columna de la Independencia, en 1925.
Aquella mañana del 16 de septiembre de 1925, luego de colocar los restos de la insurgente en su nicho, del lado norte, donde también quedaron las urnas de Andrés Quintana Roo, Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero y la atribuida a Xavier Mina, se cerraron las puertas de bronce estilo art decó que resguardan las reliquias de los héroes y se pudo leer el nombre de una mujer inscrito en el altar a la patria: Leona Vicario.
En su honor, este 2020, el Gobierno de México ha declarado el Año de Leona Vicario “Madre de la Patria”, quien participó en la lucha por la Independencia de México con ingenio y decisión.
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