“El contacto con el arte, tanto desde el punto de vista de su apreciación como de su creación, puede ser una poderosa herramienta de enseñanza para mejorar las habilidades de inteligencia emocional y la creatividad en nuestra vida cotidiana y profesional” (Ivcevic, et al. 2014.)
Como se lee en la cita, la inteligencia emocional y la creatividad, permean en todos los espacios de nuestra vida, la cual nos proporciona confianza para mejorar el bienestar personal y social.
Por lo que, en esta propuesta de actividades artísticas se considera a la creatividad como la capacidad que todas las personas pueden desarrollar y fortalecer, a partir de elementos contextuales, educativos, emocionales, conceptuales y experienciales, para generar y producir nuevas representaciones o figuras visuales, corporales, sonoras o literarias.
La creatividad está presente a lo largo del todo el proceso de elaboración de una obra: en la generación de la idea, en la forma de llevarla a cabo y resolverla, en el producto final y en cómo se comparte a las demás personas.
Durante el proceso creativo se viven diversas emociones: la frustración por no poder resolver técnicamente una idea; el miedo de enfrentar algo nuevo o desconocido de una obra; el enojo por no generar ideas creativas o no poder idear un camino para lograrlas; el asombro y la alegría por el autodescubrimiento de otras habilidades; así como el gozo al entrar en contacto con las materias del arte como el cuerpo, la voz, las pinturas, las formas, los colores, las técnicas, el movimiento corporal, la pluma y el papel.
Por lo que, las emociones son materia prima para la creatividad y, a su vez, para las expresiones artísticas
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