Cuando era una niña, Valentina Tereshkova (6 de marzo de 1937) soñaba con ser maquinista. Le fascinaba la idea de llevar trenes y recorrer ciudades donde conocer gente. Su infancia se vio truncada por la Segunda Guerra Mundial, en cuyo frente falleció su padre. “Éramos niños de la guerra”, recordaba hace un par de años en el Museo de la Ciencia de Londres (Reino Unido).
La pequeña Valentina no se imaginaba entonces que no llegaría a conducir trenes sino naves espaciales y que se convertiría en una leyenda, al ser la primera mujer en lograrlo. A sus 80 años, Tereshkova es un icono en su país.
Tras su carrera espacial, se doctoró como ingeniera y llegó a ser miembro del Comité Central del Partido Comunista. Hoy sigue activa en la vida política y asiste con regularidad a la Duma –el parlamento de la Asamblea Federal de Rusia–. El propio presidente Putin la felicitó en su último cumpleaños.
LA PROLETARIA COMO ICONO
La madre de Valentina aprendió a leer con 26 años. Tras quedarse viuda, crió a sus tres hijos en la aldea de Máslennikovo, en el centro de Rusia. Valentina empezó la escuela con ocho años pero la tuvo que dejar a los dieciséis para ponerse a trabajar.
Aficionada a saltar en paracaídas, se entrenó en un club local, una decisión que marcaría su vida. Mientras trabajaba en una fábrica textil, la Fuerza Aérea Soviética emprendió una exhaustiva búsqueda en clubes de vuelo para localizar mujeres paracaidistas. Valentina fue una de las cuatrocientas elegidas.
Rodeadas de un gran secretismo, las jóvenes tuvieron que superar diferentes pruebas eliminatorias y al final quedaron cinco, entre ellas, Tereshkova. Tras dos años de formación, fue la elegida para ser la primera mujer en volar al espacio.
La cosmonauta afirma ignorar por qué la escogieron. Sergei Korolev, diseñador principal del programa espacial soviético, declaró en aquella época que, aunque sus compañeras estaban mejor preparadas, “ninguna podía competir con Tereshkova en la capacidad de influir en las multitudes, despertar la simpatía entre la gente y comparecer ante una audiencia”.
Sus orígenes humildes y su perfil proletario la acercaban al pueblo, lo que encajaba a la perfección con el modelo que buscaban los dirigentes rusos.
EL ERROR QUE PUDO COSTARLE LA VIDA
El 16 de junio de 1963, Tereshkova despegó al espacio al mando de la misión Vostok 6. El objetivo, además de adelantar a Estados Unidos enviando a la primera astronauta al espacio (como ya ocurrió con Yuri Gagarin), era averiguar cómo respondía el cuerpo femenino a estas condiciones extremas.
La misión duró casi tres días, en los que Tereshkova –que entonces tenía 26 años– orbitó la Tierra 48 veces. Cuando ya estaba en órbita, la cosmonauta se dio cuenta de un error en el programa de control que le habría impedido descender para volver a Tierra. Al comunicarlo a la base, lo pudieron corregir pero Korolev le pidió que lo mantuviese en secreto. Tereshkova guardó silencio treinta años, hasta que el responsable del error lo hizo público.
La gesta causó un gran revuelo en el país. Como la madre de Tereshkova no tenía televisión, sus vecinos la invitaron a su casa para que viera a Valentina en el espacio, lo que fue una auténtica sorpresa para ella, que no sabía nada por el secretismo de las autoridades rusas.
LA SEGUNDA MUJER, DIECINUEVE AÑOS DESPUÉS
Tuvieron que pasar diecinueve años para que otra mujer volara al espacio, la también rusa Svetlana Savistskaya, que lo hizo con la misión Soyuz-T 7 en 1982. Rusia ganó la carrera espacial femenina a Estados Unidos con amplia ventaja, pues la primera mujer estadounidense que lo hizo fue Sally Ride, en 1983.
¿Por qué tardó tanto tiempo Rusia en volver a enviar a una mujer al espacio? Aunque para Nikita Jruschov, primer secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética, la carrera espacial fue prioritaria —llegó a asistir a la boda de Tereshkova con el también cosmonauta Andriyan Nikolayev—, con su destitución en 1964 los objetivos pasaron a ser otros. Para el nuevo líder, Leonid Brezhnev, el programa espacial ya no era una prioridad y hasta 1979 no se volvió a formar un nuevo grupo de mujeres cosmonautas.
Tras su misión, Tereshkova estudió ingeniería espacial y se doctoró en 1977. En esos años fue miembro del Soviet Supremo y hasta 1991 perteneció al Comité Central del Partido Comunista. En su octogésimo cumpleaños Vladimir Putin la felicitó en persona con estas palabras: “Siempre has sido un ejemplo para nosotros por cómo has servido a la patria, a lo largo del tiempo y con diferentes tareas. Hoy continúas haciéndolo en la Duma”. Retirada de las fuerzas aéreas, Tereshkova conserva esa sed de aventuras que la llevó al espacio y ha reiterado que le gustaría volar a Marte, aunque fuera solo viaje de ida.
Por Laura Chaparro
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