ES FÁCIL ENTENDER la fascinación de la matemática.
Después de todo es una
ciencia, o un lenguaje, donde la verdad o falsedad de las proposiciones puede
demostrarse con unos pocos pasos lógicos.
Aceptando un conjunto, cuanto más
limitado mejor, de axiomas, la belleza de un mundo perfecto de teoremas no
manchados por lo cotidiano se despliega ante el practicante.
La matemática es
como un reino remoto muy alejado de las preocupaciones de todos los días, donde
uno puede perderse, aislarse o vivir una vida relajada... o no.
O al menos, así era
hasta principios del siglo XX, cuando alguna de las más preciadas convicciones
matemáticas se tambalearon y derrumbaron ante el terremoto de algunas nuevas
demostraciones.
La matemática, aunque extremadamente bella y abstracta (y esa
abstracción es un componente importante de su atractivo), no era tan perfecta
como parecía.
El tío Petros y la conjetura de Goldbach a pesar de su título, que engaña con
sinceridad, es realmente la historia del sobrino, que crece fascinado por la figura de
un enigmático anciano al que su familia de comerciantes considera una oveja negra
a pesar de su indiscutible y brillante pasado como matemático.
En el siguiente link encuentra el libro.
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