lunes, 10 de mayo de 2021

El árbol generoso Kalandraka

 Rocío González

Había una vez un árbol que quería mucho a un niño.

El niño venía a verlo todos los días y recogía sus hojas, y con ellas se hacía coronas para jugar al rey del bosque. Trepaba por su tronco, se columpiaba en sus ramas y comía sus manzanas. 

El niño jugaba todo el día con el árbol y, cuando estaba cansado, se dormía en su regazo. Los dos eran grandes amigos.

Lo cierto es que ambos se querían mucho y, desde luego, el árbol era feliz.

Pero el tiempo pasó y el niño dejó de ser niño. Conforme el niño se fue haciendo mayor, el árbol pasaba cada vez más tiempo solo. El niño ya era demasiado grande para trepar, o para jugar, o para columpiarse en sus ramas. Sin embargo, aunque ya no iba a verlo para jugar con él, ya adulto, seguía acudiendo a él para contarle sus problemas y para pedirle cosas.

– Estoy demasiado ocupado para trepar a los árboles, dice el joven.

 – Quiero una casa que me proteja del frío. Quiero dinero, quiero una mujer y unos hijos, por eso necesito una casa, un barco.

¿Puedes darme una casa? ¿Un barco? ¿Dinero?

El árbol seguía acogiéndole cada vez que su “amigo” le pedía cosas, dándole todo lo que tenía:

  • – No tengo dinero, pero puedo darte mis manzanas y las vendes para tener dinero; puedo darte mis sus ramas para que construyas una casa, incluso mi propio cuerpo, mi tronco, para que hagas tu barco…

Habiendo sido tan generoso incluso para entregarse a sí mismo, el árbol era feliz… Aunque la verdad es que no.

El niño, ya convertido en un anciano, volvía de nuevo a su lado, quizá habiendo comprendido que lo que el árbol le daba, iba mucho más allá de lo material. Ya al final de sus días, el niño/adulto necesitaba ya muy pocas cosas, sólo un sitio donde descansar y alguien con quien estar… y el árbol acabó dándole todo lo que tenía.

*¿Con quién te identificas en ésta historia en tu proceso de madurez de Niño a Adulto? 

 ¿Con el niño o la niña que pide y pide de manera berrinchuda, egoísta, sin tener tiempo para su amigo, y que sólo lo buscaba cuando necesitaba algo más, sintiéndose merecedor de todo sólo por querer algo? ¿Alguna vez le llevó agua o abono al árbol? 

Podemos pedir y recibir sin darnos cuenta de cómo otro se sacrifica para vernos felices.

*¿O con la generosidad tan grande que muestra el árbol que es capaz incluso de darse a sí mismo, de entregar su propio cuerpo, su propia vida? Un amor inmenso que resiste incluso al egoísmo y al abandono del niño conforme va creciendo.

Mamás:

¿Se han preguntado si la actitud del árbol ante la vida es la correcta? ¿Hacen esto como Madres? 

Toda la felicidad del árbol se basa en que el niño esté con él y por eso entrega incluso su cuerpo. Está dando su cuerpo a cambio de amor. Es impactante ese momento en que, tras haber dejado que el niño le cortara su tronco, leemos: Y el árbol fue feliz… aunque la verdad es que no.

Cuando realmente eres feliz dejas de estar pidiendo o sólo estás llenando huecos emocionales.

La felicidad debe estar en nosotros mismos, no en la aprobación de los demás o en la compañía que los demás nos den. La generosidad obviamente es un valor loable, pero no hasta el punto de entregarse por completo y perder todo lo que tenemos.

Por otro lado, la actitud del niño, que quizá sea algo egoísta al acudir al árbol (Sus Padres), solamente con problemas y para pedirle cosas conforme va creciendo, nos hace darnos cuenta cómo cambiamos a lo largo de la vida.

 Nos parece incluso una metáfora de las relaciones de padres e hijos, que se modifican conforme éstos crecen. El árbol no puede pretender que el niño permanezca siempre a su lado porque es ley de vida que los niños hagan su vida, se conviertan en adultos y marchen a otros lugares. 

De ahí la importancia de que el árbol (MAMÁ) encuentre la felicidad en sí mismo y no en su relación con el niño (HIJO).

Si alguien me pide sacrificios, si me pide lo que no tengo, si sólo recibe y nunca da, quizás esa persona no me ama y sólo me quiere utilizar.

El dar y tomar propone una forma mucho más activa, de parte de quien renuncia al solo hecho de esperar, y se encamina hacia aquello que quiere, hacia aquello que necesita. 

Tomar y recibir son posiciones subjetivas muy diferentes. Quien recibe se queda esperando lo que el otro pueda o quiera darle.

Si tú nada más pides sin dar, estás dañando la base de una relación recíproca, no sólo la relación Madre/hijo, también relaciones de Pareja, Amigos, Hermanos, Novios.

El origen de necesidades insatisfechas, se gestaron en la Infancia. – 

   “Cuando más te necesité… no estuviste para darme”

¿O fui amado por lo que Soy o por lo que Doy?

CONCLUSIONES:

  • – Hay que revisar nuestras creencias que nos dieron de niños:

“Doy sin recibir nada a cambio” 

“Ser un niño bueno”

 “Dar hasta que duela”.

¡EL QUE ME AMA NO SÓLO ME DARÁ LO QUE QUIERO SINO LO QUE NECESITO, ASÍ SEA UNA LECCIÓN DE VIDA!



Sinopsis de la editorial Kalandraka
“El árbol generoso” es un clásico de 1964 para lectores de todas las edades que plantea -en clave crítica- reflexiones y lecturas diversas: una amistad incondicional y desinteresada que no es correspondida en igual medida; la relación con nuestro planeta, constantemente agredido; la contraposición entre las necesidades materiales y lo intangible, para alcanzar la felicidad; e incluso una parábola de la familia… El texto es una sucesión dinámica de acciones en torno a la figura central del árbol que, a lo largo del tiempo, interactua con una persona.

 Toda una vida transcurre en esta historia tierna y conmovedora, con un poso de tristeza: desde la infancia, cuando ambos jugaban; hasta la edad adulta y la etapa anciana, diferenciadas por el contraste entre “querer” y “necesitar” como actitudes vitales. Sin pedir ni esperar nada a cambio, la generosidad y el amor sin límites son la seña de identidad de un árbol que es feliz haciendo feliz al Niño.







 


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