Yo soy mi propia casa
I
Casa redonda tenía de redonda soledad: el aire que la invadía era redonda armonía de irrespirable ansiedad.
Las mañanas eran noches, las noches desvanecidas, las penas muy bien logradas, las dichas muy mal vividas.
Y de ese ambiente redondo, redondo por negativo, mi corazón salió herido y mi conciencia turbada. Un recuerdo mantenido: redonda, redonda nada.
II
Escaleras sin peldaños mis penas son para mí, cadenas de desengaños, tributos que al mundo dí.
Tienen diferente forma y diferente matiz, pero unidas por los años, mis penas, o mis engaños, como sucesión de daños, son escaleras en mí.
III
De mi esférica idea de las cosas, parten mis inquietudes y mis males, pues geométricamente, pienso iguales lo grande y lo pequeño, porque siendo, son de igual importancia; que existiendo, sus tamaños no tienen proporciones, pues no se miden por sus dimensiones y sólo cuentan, porque son totales, aunque esféricamente desiguales.
IV
Me estoy volcando hacia fuera y ahogándome estoy por dentro. El mundo es sólo una esfera, y es al mundo al que pidiera totalidad, que no encuentro.
Totalidad que debiera yo, en mí misma, realizar, a fuerza de eliminar tanta pasión lastimera; de modo que se extinguiera mi creciente vanidad y de este modo pudiera dar a mi alma saciedad.
V
De mi barroco cerebro, el alma destila intacta; en cambio mi cuerpo pacta venganzas contra los dos.
Todo mi sér en pos de un final que no realiza; mas ya mi alma se desliza y a los dos ya los libera, presintiéndoles ribera de total penetración
VI
Yo soy cóncava y convexa; dos medios mundos a un tiempo: el turbio que muestro afuera, y el mío que llevo dentro. Son mis dos curvas-mitades tan auténticas en mí, que a honduras y liviandades toda mi esencia les dí.
Y en forma tal conviví con negro y blanco extremosos, que a un mismo tiempo aprendí infierno y cielo tortuosos.
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